Trump quiere cortar la ayuda a Centroamérica
Las nuevas amenazas del presidente Donald Trump de responder a la crisis migratoria en la frontera entre Estados Unidos y México, cortando la ayuda para el desarrollo a los 3 países del Triángulo del Norte, Honduras, Guatemala y El Salvador, y cerrando los cruces fronterizos con su vecino del sur, son el mejor equivalente al dicho popular de “pegarse en el pie”: no sólo erróneas sino contraproducentes.
Poco después de la amenaza presidencial, el Departamento de Estado anunció oficialmente que desviaría a 450 millones de dólares de los fondos de asistencia a los países centroamericanos, que podrían potencialmente afectar aquellos programas que históricamente han sido patrocinados por Washington para ayudar a aliviar los problemas –pobreza, inseguridad, falta de oportunidades—que son el principal motor del éxodo de migrantes.
Es legítimo que el presidente de los Estados Unidos esté preocupado y ocupado en buscar soluciones urgentes a la crisis migratoria. Sólo en el mes de febrero fueron aprehendidos más de 70,000 migrantes en la frontera con México. Apenas en un periodo de 24 horas, fueron detenidas 4,000 personas. Cientos de familias migrantes, incluidos menores de edad fueron concentrados debajo de un puente, al aire libre ante la falta de espacios.
Ciertamente son cifras alarmantes que pondrían en jaque la capacidad de respuesta de cualquier gobierno, una de cuyas mayores responsabilidades es garantizar la integridad territorial. Pero también es obligación de los gobiernos tratar a todos los migrantes, especialmente a los potenciales solicitantes de asilo, con dignidad y con pleno respeto a sus derechos humanos.
Durante la administración del presidente Obama se registraron también repuntes importantes de la llegada de migrantes centroamericano, pero la respuesta de su gobierno no fue recortar la ayuda a esos países, sino hacer exactamente lo opuesto. La ayuda estadounidense aumentó para los países del Triángulo del Norte y México. Fue la administración Trump la que empezó a aplicar una política de aislamiento, que incluyó reducciones significativas de ayuda al exterior.
De la misma forma, carece de sentido la amenaza –o bluff—de cerrar la frontera con México, o al menos segmentos importantes de la misma. Una acción de ese tipo no sólo afectaría a los cientos de miles de viajeros que diariamente cruzan algunas de las garitas más transitadas del mundo, sino también la economía de las ciudades y negocios estadounidenses fronterizos que dependen del dinamismo de la migración temporal.
Hasta cierto punto el Congreso de los Estados Unidos tiene la posibilidad de incidir en la crisis migratoria y no sólo de ser espectador o crítico de las acciones del ejecutivo. Si algo nos enseña la actual crisis, es la urgencia de una reforma migratoria integral. Y cada uno puede contribuir, apelando a sus representantes en el Congreso a debatir una solución permanente digna, humanitaria y justa. Nada más, nada menos.
José López Zamorano es el anfitrión del programa de radio Bienvenidos a América, donde se analizan las últimas noticias de inmigración y se responden las preguntas de los oyentes en temas de inmigración.
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