HABLEMOS: ¿Qué es primero tu pareja o tu familia?
Esta pregunta se responde dependiendo de la edad y de la etapa vital en la que se encuentre la persona y la pareja. Un adolescente que acaba de encontrar pareja debe poner en primer lugar a sus padres, pues les debe una obediencia y correspondencia importante frente a una pareja que acaba de conocer. Incluso debe ponerse primero a sí mismo, a sus hermanos, a sus amigos antes que, a esta nueva persona, porque nunca debemos dejar de ser nosotros mismos por una pareja.
Pero en la medida en la que va madurando él y la relación de pareja, poco a poco debe ir sustituyendo a sus padres por la pareja, hasta llegar el punto en el que primero va la pareja y luego los padres de ambos.
Este relevo progresivo va en función de la responsabilidad que va adquiriendo el adolescente: si el adolescente asume suficiente responsabilidad en el resto de las áreas de su vida, los padres dejan de tener el deber de decidir por él y de asumir con sus errores. Es entonces cuando el adolescente deja de deberles tanta obediencia y dependencia a los padres y entonces debe empezar a priorizar a la pareja.
También depende del grado de compromiso que asuma la relación de pareja: si existe por ambas partes un proyecto familiar, se debe empezar a priorizar el nuevo proyecto familiar sobre la propia familia anterior. Es cuestión de coherencia. Eso sí, el compromiso debe ser por ambas partes, de lo contrario la relación de pareja estaría desequilibrada.
El equilibrio y las prioridades: clave para una familia feliz
La Psicología y la Antropología familiar llegan juntas a una conclusión diferente de lo que la mayoría de las familias piensan en cuanto al criterio del amor familiar. El orden de los factores es el contrario a lo que habitualmente estamos acostumbrados.
La cuestión no es a quién debería amar, eso no debería ni plantearse, sino que la cuestión es ¿en qué orden de prioridad deberíamos preocuparnos por cada miembro de la familia? En esto la respuesta es clara y coherente.
Para que una familia funcione y no sea tóxica o desequilibrada, el orden correcto de prioridad es el siguiente. Primero debe estar el amor propio, en segundo lugar el que sentimos hacia nuestro cónyuge y, en tercer lugar, el amor por los hijos.
Si tenemos en cuenta todos los integrantes de entorno familiar: primero debo ser fiel a mí mismo, luego a mi pareja, luego mis hijos, después mis padres y seguido de ello, a mis amigos y hermanos. Aunque este orden puede alterarse en función de si mis padres, pareja o amigos son buenos o no: nunca va primero quien no me quiere que quien sí me quiere.
Las familias que no siguen el orden natural de prioridad dejan de ser familia y se convierten en un clan, con olor a cerrado, ciertos apegos desequilibrados y numerosas relaciones de dependencia que tenderán progresivamente a lo sectario. La familia debe ser una realidad libre y abierta hacia afuera para seguir creciendo y enriqueciendo a la sociedad y a los que la componen.
De esta manera, las relaciones familiares serán realmente sanas, buenas y ordenadas. Como resultado, podremos ser felices y maduraremos adecuadamente todos, tanto padres como hijos.
No soy la prioridad de mi pareja: estrategias para afrontar esta situación
Cada relación posee una dinámica completamente diferente. Son todo un universo de posibilidades, por lo que debes buscar las estrategias que más acertadas consideres, después de analizar cómo eres tú y cómo es tu pareja.
Es crucial tener claro que, cuando iniciamos una relación, o decidimos llevarla a otro nivel de compromiso, lo más importante siempre deben ser ambas personas. Por ello, se espera que se prioricen entre sí. Con todo, eso no significa que se deje al resto del mundo fuera. La clave es encontrar acuerdos mutuos por medio de una buena comunicación.
1. Procura una comunicación asertiva
Cuando tu pareja antepone a su familia, lo último que debes hacer es quedarte callado. Guardar silencio mientras esperas cambios no es sutil ni recomendable. Hay que hacer uso de la comunicación asertiva y empática.
- Fomenta un diálogo empático: para dejar claro qué necesitas y qué esperas de la otra persona.
- Expón con calma y claridad la situación: intenta dar siempre ejemplos concretos sobre cómo te has sentido ante esas reacciones o comportamientos. Evita emitir acusaciones. Se trata de exponer la realidad y no de atacar a tu pareja.
- Haz conciencia de lo que sucede: es muy posible que tu pareja ni siquiera sea consciente de su comportamiento. Para él o ella anteponer a la familia es algo habitual, algo que ha hecho siempre. Es necesario mostrarle que con esa conducta está haciendo daño a la relación.
2. Busca acompañamiento psicológico
Una de las razones por las que tu pareja antepone a su familia es porque se siente culpable de no pasar más tiempo con ella. Cuando una persona presenta un apego excesivo hacia sus progenitores, resulta muy complicado arrancar ese cordón umbilical emociona l de un día para otro.
Es necesario que comprenda que a los padres no se les ama menos por hacer vida propia, o por tener una pareja y por priorizarla. Es recomendable que le sugieras hacer haga un ejercicio de introspección y de maduración en este aspecto.
Por supuesto, esto no siempre es fácil, por lo que el acompañamiento psicológico puede ser de ayuda para superar el apego. Debemos recordar que la calidad de una relación de pareja depende en muchos casos de la habilidad de sus miembros a la hora de establecer relaciones sanas.
3. Establece límites
Algo que suele ocurrir con elevada frecuencia es compartir hechos privados con terceras personas; en este caso, con la familia de tu pareja. Conversaciones, problemas, discusiones, proyectos a corto y largo plazo. Muchas de esas cosas que divulgas en la intimidad con el ser amado acaban por llegar hasta sus padres y hermanos.
Casi sin saber cómo, figuras que nada tienen que ver con tu relación terminan por opinar e incluso decidir por tu pareja. Para él o ella puede ser algo habitual porque lo ha hecho siempre. Recuerda que no debes tolerar este tipo de situaciones.
Por ello, es importante que establezcan límites de privacidad. Ambos deben tener claro cuáles son los datos que pueden compartir y cuáles no. Para ello, sería positivo que se lo indicaras, porque es posible que tu pareja no tenga muy claro en dónde se encuentra la barrera.
4. Evita el resentimiento
Cuando tenemos por compañero o compañera a alguien que mantiene unos lazos muy estrechos con su familia, es común sentirse como un extranjero en la propia casa. Es como ser un elemento extraño que no encuentra su lugar. Estas situaciones no son saludables y lo último que nos aportarán es felicidad.
En caso de que tu pareja priorice a su familia en cada circunstancia, debemos evitar resentimientos u odios hacia él o hacia sus seres queridos. Hacerlo supone empeorar aún más la situación.
Al contrario, aplica una visión constructiva, una con la que intentar reeducar a tu compañero o compañera de vida en lo que supone tener una relación, en mantener un compromiso auténtico. Para ello, puedes proponer cambios para llegar a acuerdos:
- Cualquier necesidad, deseo o preocupación se comparte primero con la pareja.
- Los problemas se solucionan en pareja. Queda prohibido inmiscuir a terceras figuras.
- Establecer y conversar sobre actividades con la familia para no cancelar planes de pareja a última hora.
- Comprender cuáles momentos o actitudes pueden ser incómodos en las dinámicas con la familia del otro.
- Se respeta que la familia de ambos es relevante. Sin embargo, la relación siempre será la prioridad para uno y el otro.
- Las visitas de los familiares se consensúan y delimitan. No es permisible que se presenten sin avisar o que la pareja esté siempre disponible para ellos.
Estos son solo algunos ejemplos. Cada relación, según sus dinámicas y necesidades, puede establecer sus propios acuerdos.
Invitada: Dra. Fanny Leal de Leo /Psicóloga Clínica.
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