Cómo viajar a Latinoamérica para ir al dentista, ahorrar dinero y broncearse
Esta es la historia de cómo decidí viajar a Latinoamérica al dentista a cambio de hacerlo en Estados Unidos.
“¿Quieres gel anestésico?”, me preguntó la técnica dental mientras se preparaba para sumergirse en mi boca.En toda la historia de la odontología, desde los días de las cavernas hasta ahora, ¿quién ha dicho no a más anestesia? “¡Unta ese gel en toda mi boca!”, le dije. Lo hizo. Y luego molió y raspó. Y raspó y molió, durante una hora y media.Noventa minutos después, me estaba retorciendo, pero de otro tipo de dolor. La secretaria del dentista me entregó una factura por $930: $900 por el trabajo en la raíz y $30 por el gel anestésico. Tuve que morderme la lengua adormecida para no ironizar: “Señor, ¿quiere que hagamos esto en el suelo o prefiere el paquete que incluye el uso de una silla?”, “También tenemos una opción que ofrece iluminación adecuada para el procedimiento”.
Lo peor: esa cuenta fue solo el comienzo. El dentista dijo que necesitaba al menos cuatro coronas, a un valor de alrededor de $1,500 cada una. Si bien es el costo promedio para una corona en el área de Maryland, en donde vivo, según nuestra aseguradora, eso probablemente sumarían unos $5,000 más de lo que cubriría nuestro plan.
Me estaba quejando de esto con mi cuñado que vive en Noruega. Me dijo que la gente de allí vuela a Hungría para un servicio odontológico, que es bueno y asequible. Una breve búsqueda en google sobre el turismo dental me convenció. Los ahorros por cruzar la frontera húngara pueden parecer notables.
Durante esa búsqueda, encontré que las coronas que valen $1,500 en casa, costarían entre $300 y $600 cada una en México o Costa Rica. No es de extrañar que el turismo médico y dental sea un negocio en auge. La Oficina de Análisis Económico de los Estados Unidos informa que los estadounidenses gastaron $2,600 millones en turismo médico y dental en 2018.
En 2008, el gasto fue de $757 millones. Si bien no hay informes confiables sobre cuántas personas van al extranjero en busca de grandes descuentos en odontología, datos oficiales en Costa Rica, un gran destino del turismo dental, estima que los turistas gastaron más de $200 millones en implantes, coronas, barnices, y otros cuidados dentales en 2017.
Por supuesto, un dentista barato pero malo no es ninguna ganga. Es cierto que viajar a otro país para pagar menos en servicios de odontología, tiene problemas y riesgos adicionales. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) advierten que los estándares locales de instalaciones y capacitación pueden ser más bajos que en los Estados Unidos, y que errores en la traducción o la comunicación pueden llevar a tratamientos incorrectos. Otra preocupación es que viajar en avión, poco después de cualquier tipo de cirugía, aumenta el riesgo de coágulos de sangre que pueden ser mortales.
Pero posponer la atención dental necesaria también tiene riesgos. Entonces, estaba decidido a probar.
Primero, encontrar ese dentista en latinoamérica, bueno y asequible. Opté por Costa Rica porque nunca había estado en ese país, tenía una buena reputación para el turismo dental, y había oído que era un gran lugar para ir de vacaciones. ¿Por qué no compensar el dolor con un poco de placer? Buscar en Google dentistas costarricenses arroja casi 1,8 millones de resultados. Para reducir mis opciones, utilicé un facilitador o corredor de servicios (broker). Me imaginé que era más seguro, ya que los dentistas van a cuidar su reputación para incrementar sus negocios.
Si bien es difícil descartar críticas legítimas en línea de cualquier cosa, elegí un corredor de servicios odontológicos que parecía recibir elogios reales en sitios como TripAdvisor. Le envié mis radiografías y la propuesta de tratamiento de mi dentista estadounidense. Los distribuyó a varios dentistas costarricenses, quienes enviaron ofertas.
Elegí uno que “pasó” la investigación en línea de mi esposa. El facilitador también organizó todo el viaje, con pasajes, reserva de hotel ($75 por noche), recogernos en el aeropuerto y llevarme al dentista. No me cobró por este servicio, ya que recibe comisiones del dentista y el hotel.
Llegué a San José, Costa Rica, un martes, y al día siguiente un conductor me llevó a la clínica, donde me tranquilicé mucho. Vi equipos de última generación, y supe que varios de los dentistas se habían formado en escuelas de odontología estadounidenses. Mi dentista había realizado algunas prácticas en el Baylor College of Dentistry en Texas, ahora Texas A&M College of Dentistry. El personal hablaba inglés con fluidez.
Después de su examen ($80), el dentista costarricense anunció que creía que necesitaba cinco coronas. (Realmente debería haber usado más hilo dental). El costo: $500 cada uno. Acepté el presupuesto.
Si estuviera cerca de casa, una persona sensata probablemente alargaría este tipo de tratamiento en varias citas. Pero el dentista costarricense estaba ansioso por hacer todo de inmediato, y mi tiempo era limitado. Entonces, durante las siguientes seis horas y media molieron y perforaron y rallaron y picaron. Eso es mucha novocaína. Y la conversación entre el personal fue en un español muy rápido, lo que para los estadounidenses que no hablan el idioma puede resultar algo desconcertante.
Llevaría unos días hacer las coronas, así que mi esposa y yo tomamos un vuelo corto hacia el área de Drake Bay, donde buceamos, nadamos y paseamos alrededor de los manglares. Me dolió la boca durante aproximadamente un día, pero el ibuprofeno y algunos refrescantes cócteles sin alcohol de “leche de pantera” se encargaron de aliviar el dolor.
Cuando regresé a San José para la colocación final (de las coronas), sucedió algo inquietante. Una corona no asentaba perfectamente. El dentista explicó que podía molerla, pero la mejor práctica era hacer una nueva. Sin embargo, eso llevaría tiempo, y él sabía que el mío era limitado. Aprecié su honestidad, y fue reconfortante poder elegir. Opté por esperar la nueva corona, que pudo colocar la noche anterior a mi regreso a casa. Encajó perfectamente.
La cuenta dental total: $2,580, incluidos los anestésicos. Debido a que nuestro plan dental es una Organización de Proveedores Preferidos (PPO), Aetna dijo que podía reembolsar algunos de estos gastos, pero eso aún está en proceso.
El pasaje de avión, mío y de mi esposa, además de una semana en un hotel de San José, costaron alrededor de $1,000. Agrega $500 para las comidas e imprevistos, y el costo total del viaje/vacaciones dentales fue de menos de $4,100. Las personas que viven cerca de México y pueden conducir a través de la frontera a centros dentales como Los Algodones podrían pagar mucho menos.
Esa matemática muestra que, para las personas que viven lejos de la frontera mexicana, el turismo dental tiene económicamente mucho sentido solo si necesitan un tratamiento odontológico costoso y significativo, como coronas o implantes, que cuestan más de $5,000 en los Estados Unidos. Pero, a cambio de los ahorros, y las vacaciones tropicales baratas, uno se debe sentir cómodo viajando a otro país, y estar dispuesto a aceptar un pequeño riesgo adicional.
En general, tu dentista reparará una corona suelta sin cargo durante el primer o segundo año luego de que la coloque. Si algo sale mal con mis coronas costarricenses, probablemente tendré que pagarle a un dentista local casi lo mismo que lo que cuesta una corona nueva. Pero después de más de seis meses, no tengo quejas.
Solo puedo decir que la mayoría de los huéspedes en mi hotel de San José estaban allí por la odontología. La mayoría eran clientes que regresaban. Tenían hermosas sonrisas.
Y lindos bronceados.
Kim Clark colaboró con esta historia.
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