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Un Rayo de Esperanza

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Cuando lea esta columna alrededor de la mitad de todas las personas mayores de 16 años en Estados Unidos habrán sido vacunadas con al menos una dosis de las vacunas autorizadas contra el COVID-19. Todos los adultos son ahora elegibles para vacunarse a partir del 19 de abril. Y en un solo día se logró un récord de más de 4 millones de personas vacunadas en los Estados Unidos contra el COVID-19. 

Son evidencias de un rayo de esperanza en el horizonte. Y acaso nadie lo necesita más que nuestra comunidad hispana. 

Las buenas noticias son un testamento no sólo del avance de la ciencia, del extraordinario nivel de cooperación y colaboración entre el gobierno federal y los gobiernos estatales para una distribución masiva sin precedentes, sino también del profundo sentido de responsabilidad colectiva de todas las comunidades. 

La otra cara de la moneda es que un nuevo reporte de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) documenta la existencia de una realidad preocupante que merece la más alta prioridad: Los adultos de origen hispano representaron el más alto número de muertes por la con pandemia del COVID-19 en los Estados Unidos durante 2020. 

Casi 70,000 hispanos murieron durante el primer año de la pandemia por el COVID-19, lo que representa una tasa de 164.3 muertes por cada 100,000 habitantes. Por comparación, los blancos no hispanos tuvieron una tasa de fallecimiento por la pandemia de 72.5 casos por cada 100,000 habitantes.  

Aunque la tasa neta de adultos hispanos muertos por la pandemia fue de alrededor del 18.1%, equivalente a la proporción demográfica de los hispanos a nivel nacional, cuando se consideran elementos como la edad la tasa brinca 40.6% para los latinos menores de 24 años, 41.8% para aquellos entre 25 y 34 años. 

Todos sabemos la causa: los hispanos estamos sobre representados en la economía de los trabajos esenciales, donde todos los días arriesgamos la vida en el frente de batalla, en los campos de cultivo, en las empacadoras de carne y en muchas industrias que requieren de mano de obra intensiva y presencia física. 

Si agregamos a esta fotografía los determinantes sociales de salud que en muchas ocasiones nos impiden guardar la distancia física apropiada en nuestros hogares porque vivimos en condiciones de hacinamiento o en compañía de múltiples familias para poder pagar la renta, empezamos a ver los contornos de una tormenta perfecta en materia de salud pública.

 

Para complicar el panorama, la distribución de las vacunas no ha logrado satisfacer los estándares mínimos de equidad. Hasta finales del mes pasado sólo 9% de los hispanos habían sido vacunados. En estados como Kentucky menos de 2% de los hispanos ha sido vacunado. 

Por fortuna el nivel de dudas de nuestra comunidad hacia las vacunas del COVID-19 ha disminuido desde diciembre, de acuerdo con un sondeo de la Kaiser Family Foundation. Pero todavía muchos se quejan de no tener la información suficiente de cómo completar el proceso. Para ello, la administración Biden lanzó la campaña multilingüe “Juntos Sí Podemos” (We Can Do This) para elevar la confianza del público y de las comunidades más vulnerables en las vacunas. 

Ahora nos corresponde a TODOS ayudar a disipar la indecisión entre nuestros familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo, con datos científicos que neutralicen la ola de desinformación que cunde en las redes sociales; ayudar a registrar a nuestra gente y llevarla a los sitios de vacunación cuando no tengan medios de transporte.  

Frenar la pandemia es un reto demasiado importante para dejarlo sólo en manos de las autoridades.



José López Zamorano es el anfitrión del programa de radio Bienvenidos a América, donde se analizan las últimas noticias de inmigración y se responden las preguntas de los oyentes en temas de inmigración.

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