Domingo Negro
Por José López Zamorano
Dos días después de festejar el Mes de la Herencia Hispana en la Casa Blanca y de decirle a un grupo de jóvenes que “no hay ningún sueño más allá de su alcance”, el presidente Donald Trump convirtió a 690,000 dreamers en peones de una negociación política para buscar aprobar una lista de propuestas draconianas contra la inmigración ilegal y legal, empezando por el polémico muro en la frontera con México.
La lista de “prioridades legislativas” del presidente Donald Trump, divulgada por la Casa Blanca el domingo previo al Columbus Day, refleja una visión de la migración como una amenaza a la seguridad, a la prosperidad y a la identidad de Estados Unidos, y busca echar por la borda un sistema migratorio fundado en un equilibrio entre la reunificación familiar y los méritos de los migrantes.
Nadie objeta la necesidad de una reforma profunda del sistema migratorio de los Estados Unidos.
Para los ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, por ejemplo, el tiempo de espera para regularizar legalmente a un hermano demora más de 20 años. Y es claro que Estados Unidos necesita mano de obra no calificada en sectores como la agricultura, sin que exista un sistema para crear un flujo ordenado, suficiente y predecible de trabajadores foráneos.
Sin embargo, la lista de prioridades legislativas de la Casa Blanca no resuelve de fondo ninguno de esos problemas.
La lista incluye el pago total por el muro en la frontera con México, estimado por el Congreso entre 20,000 millones y 70,000 millones de dólares; más recursos federales para agentes, detenciones y deportaciones; facilitación de la repatriación de menores; combate a las ciudades santuario y un programa nacional obligatorio de verificación laboral.
Pero gastar miles de millones de dólares en una muralla en la frontera con México ha sido calificado por expertos como ineficiente y dispendioso, en especial en momentos de una reducción significativa de los cruces y las aprehensiones en la frontera. Es una idea que no sólo rechazan los demócratas, sino que es vista con escepticismo por varios senadores republicanos como John Cornyn, John McCain y Jeff Flake.
Apenas el mes pasado parecía haberse abierto la ventana para una ruta bipartidista en materia migratoria, luego de que el presidente y los líderes demócratas perfilaron un entendimiento para aprobar las protecciones a los dreamers, a cambio de dinero en seguridad fronteriza, sin incluir los fondos para el muro.
Pero la lista de prioridades legislativas y la admisión de la Casa Blanca de que no está interesada en dar ciudadanía a los dreamers regresa las discusiones al punto cero. Un nuevo ejemplo de las razones por las cuales la agenda legislativa de la administración sigue estancada en el Capitolio.
Nadie puede estar en contra de que las leyes migratorias del país se cumplan a cabalidad y que se acabe con casos de abuso en el sistema. Pero para ello se requieren propuestas de sentido común, enraizadas en la realidad del fenómeno migratorio y acompañadas con los valores de la hospitalidad, generosidad, tolerancia y diversidad.