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Adiós a McCain

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John McCain, el combativo e incansable senador republicano por Arizona, el prisionero de guerra que ha sido fuente de inspiración para miles de jóvenes interesados en el servicio militar, el campeón de la reforma migratoria a pesar de ser un tema tóxico dentro de su partido, ha muerto.
 
Su mensaje de despedida, una carta que fue hecha pública un día después de su deceso, es un espejo a la moral, la honorabilidad y la claridad de pensamiento de un americano que dedicó 60 años al servicio público.
 
La profundidad y sabiduría de sus palabras reflejan el contraste dramático con la mezquindad, la trivialidad y la pequeñez de la política actual en muchos rincones de Washington. 

“Debilitamos nuestra grandeza cuando confundimos nuestro patriotismo con rivalidades tribales que han sembrado resentimiento, odio y violencia en todos los rincones del globo. La debilitamos cuando nos escondemos detrás de muros, en lugar de derribarlos, cuando dudamos del poder de nuestros ideales en lugar de confiar en que sean la gran fuerza para el cambio que siempre han sido”.

Las últimas palabras públicas de John McCain deberían ser escuchadas, leídas en voz alta, memorizadas y puestas en práctica por una clase política que parece haber convertido la plaza del servicio público en un teatro del absurdo, con diálogos de sordos, vanidades y egocentrismos que explican la creciente desconexión de los votantes con sus líderes y con sus instituciones.
 
Para mí, la escena que retrata la esencia de John McCain tuvo lugar en Lakeville, Minnesota, durante la campaña presidencial del 2008, cuando contendió por la presidencia de los Estados Unidos por segunda ocasión y perdió ante un joven senador afroamericano llamado Barack Obama.
 
Durante una asamblea comunitaria, un votante blanco le confesó a McCain que tenía miedo de Obama. “Tengo que decirle –le respondió McCain—él es una persona decente, una persona a la que no hay que temer como presidente de los Estados Unidos”. El candidato sabía que sería abucheado y perdería votos, pero no le importó. Ese era John McCain. ¿Cuántos políticos actuales harían lo mismo?
 
Eternamente optimista, McCain nos legó en su mensaje una perla de esperanza. “No desesperes por nuestras dificultades actuales, cree siempre en la promesa y la grandeza de América, porque aquí nada es inevitable. Los americanos nunca se rinden, nunca nos rendimos. No nos escondemos de la historia. Hacemos la historia”. John Sidney McCain III no se ha ido, sigue entre nosotros.
 
 


José López Zamorano es el anfitrión del programa de radio Bienvenidos a América, donde se analizan las últimas noticias de inmigración y se responden las preguntas de los oyentes en temas de inmigración. 

 

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