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Trump y los cacahuates

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El tufo antiinmigrante y, en gran medida, antimexicano, de Donald Trump no es cosa nueva. Fue uno de los pilares de su ideario xenofóbico durante la campaña presidencial del 2016 y sigue siendo una muletilla retórica recurrente para exacerbar los ánimos entre un núcleo de seguidores que ostenta públicamente con orgullo su vena racista y su déficit profundo de sofisticación intelectual.
 
Hace apenas unos días, sin importarle el perjuicio que podría ocasionar en las negociaciones comerciales con México y en su relación con el próximo gobierno mexicano, Trump sostuvo ante sus fanáticos que aquellas palabras de su campaña, donde comparó a los inmigrantes mexicanos con violadores y narcotraficantes, eran sólo “cacahuates” (“peanuts”) comparado con la realidad. “Son cacahuates”, insistió.
 
No importa si las palabras de Trump son parte de su elaborado paquete de mercadotecnia política donde emplea temas sociales divisivos–como la migración y el comercio– para mantener la cohesión entre una base conservadora que está siendo golpeada por sus políticas comerciales y de salud. Deben ser denunciadas por su contenido prejuicioso y discriminatorio.
 
Tuve oportunidad de estar en mi natal México en los últimos días. Conversé con muchos de mis compatriotas, muchos de ellos inmigrantes que estuvieron en Estados Unidos. Entre los mexicanos de a pie, el nivel de curiosidad por el “fenómeno Trump” se ha diluido en comparación con el 2016 y 2017. No escuché a nadie estar ansioso por tratar de viajar o regresar a los Estados Unidos, al menos en la era Trump.
 
También pude constatar lo que ya sabía: que la perversa caricatura que Trump dibuja de los mexicanos no puede estar más alejada de la realidad. Es verdad que México padece aún niveles inaceptables de criminalidad, pero los mexicanos somos abrumadoramente un pueblo trabajador que busca prosperidad y seguridad para sus familias. Las carencias están a la vista de todos, pero también el potencial de sus jóvenes y la esperanza de un horizonte mejor.
 
Es posible que, hasta cierto punto, Trump y su funesta política migratoria –incluido su tristemente célebre plan de “tolerancia cero” y de separación de niños– hayan tenido éxito en convencer a algunos de que Estados Unidos no es un lugar hospitalario para los inmigrantes. También es verdad que muchos mexicanos han decidido permanecer en su país para aprovechar oportunidades laborales y educativas.
 
Pero las cifras de migración desde los países del Triángulo del Norte muestran que los factores que empujan a los migrantes, como la inseguridad y la pobreza, son reales y deben atacarse de manera integral y regional. Lo que distingue a un líder de un merolico es la capacidad de identificar y resolver problemas mayores, no producir peligrosas cortinas de humo para gozo de la muchedumbre y beneficio político personal.


José López Zamorano es el anfitrión del programa de radio Bienvenidos a América, donde se analizan las últimas noticias de inmigración y se responden las preguntas de los oyentes en temas de inmigración. 

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