Clave para tomar mejores decisiones
Cuando nos encontramos ante una encrucijada, sin saber para dónde continuar, es el momento perfecto para evaluar nuestras decisiones, y tomar conciencia de nuestro propio impacto en nuestro «destino». Es posible, que en estos momentos te hagas preguntas como ¿por qué…?. ¿Por qué hice esto? ¿Por qué él hizo esto o aquello? ¿Por qué me fue así?
Queremos invitarte a que reflexiones sobre este tipo de pregunta, y que utilices la fuerza del ¿qué..? en vez del ¿por qué..?
Las preguntas que empiezan con ¿por qué? nos llevan a nuestras limitaciones, mientras que las preguntas de ¿qué? nos ayudan a ver nuestro potencial. Las preguntas que empiezan con ¿por qué? suscitan emociones negativas, mientras que las preguntas que comienzan con ¿qué? nos mantienen curiosos. En última instancia, las preguntas que contienen un ¿por qué? nos atrapan en nuestro pasado, y las preguntas con ¿qué? nos ayudan a crear un futuro.
De hecho, hacer la transición del por qué al qué puede ser la diferencia entre la victimización y el crecimiento. Por ejemplo, una relación entre padres e hijo/a no anda muy bien, y podríamos focalizarnos en el por qué: ¿Por qué está mal la relación? ¿Por qué el hijo/hija ignora a los padres? ¿Por qué esos padres no son capaces de conectar con ese hijo/a? ¿Por qué el hijo/a no escucha a sus padres? Estas preguntas pueden ayudar a entender la situación, pero no serán productivas a la hora de resolver un problema.
En esa misma situación, habría que preguntarse, ¿y ahora qué? ¿Qué puedo hacer para mejorar la relación? ¿Qué está causando esta reacción? Con estas preguntas, puedes crear un plan y focalizar en el futuro, en vez del pasado. Puedes llegar a entender la situación como una oportunidad para plantearse un cambio positivo en tu vida.
Además de ayudarnos a comprender mejor nuestros problemas, la herramienta del Qué y no del Por qué también puede utilizarse para ayudarnos a manejar mejor nuestras emociones. Imagina que regresas del trabajo y estás de mal humor, la pregunta de ¿por qué me siento así? es probable que te provoque aún más angustia. ¿Qué pasa si en su lugar te preguntas ¿qué estoy sintiendo ahora mismo? Tal vez te des cuenta de que estás abrumado en el trabajo, agotado, y con hambre. En lugar de reaccionar ciegamente a estos sentimientos, analizas la situación, y buscas una solución dentro de tu alcance.
Las preguntas del Qué nos ayudan a entendernos a nosotros mismos. Las preguntas que contienen el qué en vez del por qué nos obliga a nombrar nuestras emociones, un proceso que puede ser muy eficaz. El simple hecho de traducir nuestras emociones al lenguaje oral puede impedir que nuestros cerebros se abrumen y se sientan fuera de control. Si esto suena demasiado simple para ser verdad, hazlo durante una semana y fíjate si notas una diferencia.