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El estrés: cómo afecta el equilibrio de tu cuerpo

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Cuando escuchamos la palabra estrés todos pensamos en lo mismo; la persona con mucho trabajo, que no puede dormir bien y tomando café todo el día. Por lo tanto, cuando te dicen que te debes desestresar, piensas en lo opuesto a eso. Y si bien es cierto que lo opuesto puede ayudar a relajarte momentáneamente, quiero contarte más a detalle lo que no sabías del estrés.

¿Qué es la homeostasis?

El “deber ser” es que nuestro organismo viva en un equilibrio interno conocido como: homeostasis. Este, en términos prácticos, es el mecanismo de autocorrección o autorregulación del cuerpo. Este mecanismo mantiene todo en orden, desde tus niveles de azúcar en sangre, oxígeno, temperatura, respiración, ritmo cardíaco, hormonas, y todo lo demás.

La homeostasis es el estado ideal en el cual todas las medidas fisiológicas se encuentran en orden y en su nivel óptimo, por lo que se traduce en su mayoría, como contar con buena salud. Este equilibrio, autorregulación u homeostasis lo coordina el sistema límbico, una parte primitiva del cerebro, dónde reside el sistema nervioso autónomo.

Nuestro sistema nervioso autónomo funciona automáticamente, de ahí su nombre, y está conformado por dos partes: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. El simpático es el acelerador que se activa de inmediato cuando nos vemos frente a una amenaza o emergencia y moviliza mucha energía con gran rapidez. Por otro lado, el sistema nervioso parasimpático es el freno: baja la velocidad, nos pone en un modo relajado, de reparación y conservación de energía.

Nuestra vida diaria debería de ser una curva muy estable entre relajación y activación, en la cual podamos navegar en situaciones imprevistas y regresar a la base de la regulación. Estamos perfectamente diseñados para adaptarnos a emergencias de corta duración. Se activa acelerador (el sistema nervioso simpático) para salir del peligro – en el caso de una gacela correr, o para ser atrapada por el león – y posteriormente el sistema nervioso parasimpático frena, repone y tranquiliza. 

El peligro del estrés a largo plazo

Lo dañino comienza cuando el peligro y emergencia se percibe como interminable. ¿Cómo? Los seres humanos, a diferencia de la gacela, podemos pensar y pensar en un tema, preocupándonos por lo mismo durante meses y así extender ese periodo por largos periodos y vivimos en alerta, en amenaza, provocando la misma respuesta de supervivencia que la gacela tiene con el león cada día. Y si algo debe quedar muy claro es que nuestro cuerpo no está diseñado para el estrés a largo plazo, y este es justamente el que nos lleva a un gran desequilibrio interno, y con ello a la enfermedad

¿Cuáles son los síntomas del estrés?

Cuando activamos una respuesta de estrés y no podemos relajarnos o desactivarla lo más probable es que caigamos en síntomas y manifestaciones como enfermedades, entre ellas, aumento de peso sin razón, dolores de cabeza inexplicables y continuos, disfunción del sistema inmune, inflamación crónica, tensión muscular, problemas digestivos, entre otros.

Hay diferentes tipos de estrés:

  • El estrés químico: con los contaminantes, el exceso de azúcar, aditivos alimentarios, exceso de alcohol, drogas, pesticidas, metales pesados y los malos hábitos alimentarios. 
  • El estrés físico: el causado por caídas, golpes, choques, etc. 
  • El estrés de frecuencia electromagnética: como el causado por el WiFi, los teléfonos móviles, los cables de alta tensión, etc. 
  • El estrés emocional o psicológico: que se genera por diferentes eventos desafortunados en la vida como pérdidas de seres queridos, divorcios, problemas económicos, abusos y más. La desventaja aquí, es que los primeros tres tipos de estrés terminan convirtiéndose en estrés emocional ya que por ejemplo una caída que te impida caminar, impactará en el trabajo, por lo tanto ingreso, por lo tanto seguridad y esto en lo emocional.

Nuestros pensamientos pueden causar estrés 

Cuando percibimos amenazas que no están pasando, que no han pasado y que posiblemente no pasarán, igualmente desatamos el mismo estado de lucha/huída/inmovilización que si realmente estuviera sucediendo, es decir, con imaginar “qué pasaría si perdiera mi trabajo” generamos hormonas de estrés, y peor aún cuando es algo constante y diario. Es decir, con nuestros pensamientos podemos desatar o no esa cascada hormonal, ya que lo anticipamos y la respuesta de estrés genera unas sustancias químicas que comunican al cuerpo que debe responder porque como humanos podemos experimentar emociones muy fuertes solo con pensar.

Cuando no vemos bien la salida a un “problema” que está o no pasando, y cuando pensamos que el resultado no será agradable y que puede conllevar dolor, entonces eso es lo que conocemos generalmente como estrés. La gran mayoría de las veces no nos estresa el hecho en sí (por ejemplo tener mucho trabajo), lo que nos estresa es no cumplir con la entrega y que eso genere una mala impresión que haga que termine quedándome sin trabajo y eso es lo que realmente estresa más.

Así los humanos generamos cambios en la fisiología corporal sólo por nuestros pensamientos.

Si a todo esto le agregamos que hay estrés atrapado en el cuerpo (trauma) que en muchas situaciones se va cargando en el sistema nervioso, como estrés de desarrollo temprano, problemas familiares vividos en la infancia y no procesados correctamente los cuales alteran ya de entrada el sistema nervioso parasimpático, es decir, el freno tal vez no sirve tan bien como debería, entonces nos vemos ante la gran verdad de que casi el 95% de las visitas al médico son temas derivados y relacionados con el estrés, es decir, son prevenibles.

Otras causas de estrés 

El cuerpo también se estresa por la mala alimentación, el exceso de cafeína, la falta de horas de sueño completas, deficiencias nutricionales, exceso de productos altamente procesados, falta de alimentos naturales, falta de hidratación, sedentarismo y malos hábitos como fumar, generan también más estrés en el cuerpo.

Pero te doy una increíble noticia, de acuerdo a la neurociencia, la neuroplasticidad, la epigenética y la psiconeuroinmunología, todos tenemos la gran capacidad de cambiar y de autorregularnos para hacer frente a la vida sin salirnos de la homeostasis, al menos no para largo plazo.

Mecanismos para mantener la homeostasis

La respuesta no es tan rápida y toma tiempo hacerlo, pero comenzar por alimentarte sanamente, libre de alimentos ultraprocesados, tomar agua natural, dejar la cafeína en exceso, el azúcar refinado, incluir más verduras y  frutas, dormir mejor, hacer ejercicio, meditar para sanar el estrés emocional y comenzar a regular tu sistema nervioso, son los primeros pasos para poder vivir en un ritmo que sea sanador y no todo lo contrario.

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