Niño sentado en suelo erosionado mira al horizonte.

¿Alarmado por el cambio climático? Esto es lo que podemos hacer

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Por Robert Taylor

Un número récord de estadounidenses está alarmado por la crisis climática.

Según un estudio de la Universidad de Yale, seis de cada 10 estadounidenses (59%) están alarmados o preocupados. Sin embargo, encontrar formas constructivas de actuar ante esa preocupación puede resultar desalentador. Descubrir cómo resolver cualquier problema comienza y fluye a partir de una comprensión clara del propio problema. En este caso, la comprensión de la crisis climática conduce a dos áreas críticas de actuación. Una es participar en la descarbonización de nuestras vidas, nuestros hogares, empresas y medios de transporte; la otra es abogar por que los gobiernos exijan responsabilidades a los contaminadores.

Consideremos el panorama general. Nuestro mundo se alimenta principalmente de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas metano). Los extraemos de la tierra y los quemamos para generar electricidad, calentar y enfriar los edificios, así como para propulsar coches, camiones y aviones. Durante décadas, las empresas de combustibles fósiles -utilizando su enorme poder financiero y político- han podido trasladar los costes de su contaminación al público. Sólo la contaminación atmosférica mata a millones de personas, actualmente más de 8 millones de muertes al año en todo el mundo. Se calcula que los crecientes costes económicos para el público de las olas de calor relacionadas con el clima, la subida del nivel del mar, las sequías crónicas, los incendios forestales destructivos y otros fenómenos meteorológicos extremos alcanzan los billones de dólares.

Si los combustibles fósiles fueran nuestras únicas opciones energéticas, la historia sería distinta, pero no lo son. Existen fuentes de energía limpias y renovables para sustituirlos. De hecho, la energía solar y eólica ya son más baratas en muchos lugares. Además, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas ha llegado a la conclusión de que ya existen las tecnologías y políticas necesarias para mitigar el cambio climático, y que los únicos obstáculos reales son la política y los intereses de los combustibles fósiles. El reto es cómo pasar de los combustibles fósiles a las energías limpias a la velocidad y escala necesarias y de forma que se proteja a los hogares de renta baja y media.

La descarbonización puede empezar con las decisiones que tomamos en la mesa de la cocina. Si lo pensamos bien, nuestros hogares parecen minicentrales de combustibles fósiles. Quemamos combustibles contaminantes (petróleo, gas o carbón) para calentar y refrigerar nuestros edificios o para calentar agua, secar ropa y cocinar alimentos. La mayoría de nosotros quemamos gasolina para propulsar nuestros coches. Podemos cambiar esta situación optando por la electrificación en la medida de nuestras posibilidades.

Hasta hace poco no había muchos incentivos para que los consumidores abandonaran los combustibles fósiles, pero eso ha cambiado con el abaratamiento de las energías renovables y la disponibilidad de miles de millones de dólares en subvenciones y descuentos gracias a la Ley de Reducción de la Inflación

El cambio de vehículos de gasolina a vehículos eléctricos de batería (VE), de hornos de gas o gasóleo a bombas de calor eléctricas, de calentadores de agua, estufas y secadoras de ropa de gas a versiones eléctricas nunca ha sido tan fácil. Los hogares pueden optar ahora a miles de dólares en descuentos, con la posibilidad de ahorrar hasta 1.800 dólares al año en la factura de la luz. Además de ahorrar dinero, estas medidas mejoran nuestra salud y la de nuestras comunidades. Estudios recientes demuestran que el 12% del asma infantil(unos 650.000 niños) se debe únicamente a la contaminación de las cocinas de gas. Electrificar los edificios tiene muchos beneficios para la salud.

Desgraciadamente, por importantes que sean estas medidas, no bastarán para alcanzar nuestros objetivos climáticos. Para evitar impactos catastróficos e irreversibles, el IPCC advierte que debemos reducir las emisiones a la mitad para 2030. Si se permite que las empresas de combustibles fósiles sigan aumentando su producción y obteniendo beneficios de sus combustibles contaminantes, nos enfrentamos a una batalla perdida. Debemos abogar por que los gobiernos eliminen progresivamente estos combustibles sucios y aceleren la transición hacia un futuro energético limpio.

La transición no será fácil porque esta industria es posiblemente la fuerza financiera y políticamente más poderosa de la Tierra. Han utilizado su poder con éxito para impedir o retrasar las políticas gubernamentales que alterarían su pernicioso modelo de negocio. En la conferencia anual sobre energía 2023 de ejecutivos petroleros celebrada en Houston, quedó clara su determinación de ampliar la producción de petróleo y gas. Un director general comentó, “Nuestra estrategia es seguir siendo tan petroleros como podamos durante todo el tiempo que podamos”.

Harán falta medidas gubernamentales en muchos frentes, como eliminar las subvenciones, restringir las futuras extracciones, acelerar la concesión de permisos a las energías renovables, así como aumentar las inversiones en bosques sanos y agricultura sostenible. Pero hay una opción política que destaca. Miles de destacados economistas sostienen que “un impuesto sobre el carbono ofrece la palanca más rentable para reducir las emisiones de carbono a la escala y velocidad necesarias”. Se filtra por toda la economía, proporcionando un incentivo para que todos los responsables de la toma de decisiones (gobiernos, empresas y consumidores) encuentren formas de reducir las emisiones. A medida que disminuye la demanda de combustibles fósiles, también disminuye el poder político y financiero de la industria. Las políticas que incluyen una tasa sobre el carbono, un dividendo en efectivo y un ajuste fronterizo del carbono están ganando apoyos en Estados Unidos y en todo el mundo. En los últimos años se han presentado en el Congreso más de 10 proyectos de ley de tarificación del carbono. Necesitan nuestro apoyo.

Podemos pasar de la alarma a la acción. Las decisiones que tomemos en torno a nuestras mesas de cocina para descarbonizarnos cambiando a electrodomésticos o coches eléctricos reducirán las emisiones y nos comprometerán en la “gran implementación” de la energía limpia. Al mismo tiempo, presionar a nuestros funcionarios electos puede conducir a una legislación que elimine progresivamente los combustibles fósiles haciendo pagar a los contaminadores, utilizando los ingresos para ayudar a los hogares durante la transición y logrando una solución global al incentivar a todos nuestros socios comerciales, incluida China, a adoptar políticas similares.

Robert “Bob” Taylor es un periodista ambiental cuya investigación y trabajo publicado se centran en la crisis climática. Taylor fue colaborador en: “Alcanzar el Cero Neto: Lo que se necesita para resolver la crisis climática global” Este artículo es original de The Hill.

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