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Lágrimas colectivas
Si tuviéramos que identificar una de las enseñanzas del endurecimiento de la política migratoria bajo la presidencia de Donald Trump, es que ha logrado unificar a grandes segmentos del público estadounidense – y de la comunidad internacional— en contra de medidas que han sido vista como inhumanas, lesivas al interés nacional y quizás inconstitucionales.
Decenas de miles de personas activaron un espontáneo movimiento popular en algunas de las más grandes ciudades del país, en repudio de lo que consideran como acciones “anti-americanas” que no reflejan ni el espíritu fundacional de Estados Unidos como una nación de inmigrantes, ni su carácter como el último refugio de quienes huyen de la opresión en todas sus formas.
En Nueva York, el nuevo epicentro nacional de la campaña de resistencia contra las políticas de migratorias de la Casa Blanca, el senador Charles Schumer fue incapaz de evitar las lágrimas por la indignación que le causó, como hijo de inmigrantes judíos, la decisión de prohibir el ingreso a Estados Unidos de inmigrantes de 7 países con mayorías musulmanas.
“Corren las lágrimas por las mejillas de la Estatua de la Libertad… conforme ha sido pisoteada una gran tradición de Estados Unidos, de dar la bienvenida a inmigrantes, que ha existido desde que Estados Unidos fue fundado”, señaló Schumer. La respuesta presidencial no se hizo esperar. “Noté ayer a Chuck Schumer con lágrimas falsas. Le voy a preguntar quién es su entrenador de actuación”, reaccionó el presidente Trump.
Hasta el momento se han emitido 18 órdenes y memorandos ejecutivos un número record. En uno de ellos se establece la creación de un muro en la frontera con México, se pide publicar una lista de los crímenes perpetrados por inmigrantes indocumentados y se refrenda el plan de deportar a extranjeros con antecedentes penales.
Es entendible el temor que estas medidas han generado en la comunidad de inmigrantes. Pero es importante que la preocupación no se convierta en angustia ni sea motivo de parálisis. Otra de las enseñanzas de la era Trump es que los inmigrantes han aprendido que no están solos y que tiene derechos cuyo cumplimiento pueden exigir.
El gobierno mexicano anunció por ejemplo que convertirá a sus 50 consulados en Estados Unidos en centros de defensa legal de millones de mexicanos, además de que destinará recursos adicionales para una más amplia protección legal de sus connacionales en este país.
La Red de Defensores de Inmigrantes (IAN) puso asimismo a disposición de la comunidad de inmigrantes su herramienta en línea IMMI, accesible a través de La Red Hispana.org, para informar sobre los derechos de los inmigrantes, qué hacer en caso de ser detenido y saber si son elegibles para recibir alivio migratorio.
Más de un millón de indocumentados tienen una vía para regularizar su estatus migratorio y muchos no lo saben. Más de 8 millones de residentes legales permanentes pueden hacer ciudadanos el día de hoy y no lo hacen. Más de 12 millones de latinos no se han registrado a votar y podrían hacerlo esta misma tarde.
Los tiempos actuales demandan dejar atrás la complacencia, el desdén y la actitud de dejar para mañana lo que nosotros sabemos que tenemos que hacer no sólo para protegernos y blindar a nuestras familias. Es hora de que los latinos dejemos de ser espectadores y nos volvamos protagonistas de la definición del futuro colectivo. Si no es ahora, cuándo.
Por José López Zamorano
Para La Red Hispana