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De adictos y adicciones: El cumpleaños de Marcela

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Por GMG

Sofía salió de prisa, abrazó a Marcela y le dijo: “feliz cumpleaños mami”. Marcela se quedó sola, estaba cumpliendo 38 años y por primera vez se preguntaba ¿Qué quiero de mi vida?

Fue como morder la manzana prohibida, porque nació en ella la noción del bien y del mal, ese día no cocinó, ni limpio su casa. Tomó un abrigo y salió a caminar, algo había cambiado, fue como despertar en otro lugar y en otro tiempo.

Para la niña Marcela no hubo caricias, ni cumpleaños feliz, solo obligaciones y trabajo en un ambiente plagado de adicciones y trato áspero.

Las demostraciones de afecto no eran parte del repertorio familiar. El único amor que conoció por aquellos años fue el de sus dos hermanos menores. En ellos volcó su necesidad de cariño, y con ellos aprendió a ser transparente, a perderse en el paisaje y no estar a la hora de las peleas, a no ver lo que los adultos hacían cuando los niños duermen, y a servir en silencio, como la única forma de sobrevivir y ser aceptada.

Marcela tenía 16 años y Jesús 20, tal vez por ser el primer novio, o por las caricias y atenciones que Jesús le brindó al principio, Marcela accedió a sus deseos y se fueron a vivir juntos. Para Marcela fue un cambio de amo, no de vida. Cambio de modelo, pero no de marca, escogió como marido, una réplica de su padre, con diferentes gustos, pero con las mismas adicciones.

Como arrastrada por la inercia, Marcela y sus hijas llegaron a Estados Unidos, donde siguieron viviendo como una nube de agua, siempre gris y a punto de estallar. A Jesús nada le venía bien, el típico caso de: “díganme qué, y yo me opongo”, al contrario de Marcela que a todo decía que sí.

En realidad, eran dos extraños viviendo una pesadilla. La adicción de Jesús lo llevó a la cárcel y aunque parezca extraño, ese día Marcela descansó. Después vino divorcio y la lucha diaria para sacar adelante a sus hijas.

Aquella mañana de cumpleaños, fue como despertar de un coma existencial, algo había cambiado, “La vida y su belleza me pasaron de noche” dijo Marcela, y en su voz no había ni amargura, ni reproche, solo la actitud de una guerrera que pierde una batalla, pero no la guerra.

GMG es un pseudónimo que el autor prefiere utilizar para mantener su privacidad debido a que él mismo fue adicto a dichas substancias. Escríbale al correo: adictosyadicciones906@gmail.com. Recuerde que su testimonio es anónimo y puede ayudar a otros.

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