Personal de salud comunitaria utiliza el arte para educar a los niños del refugio Casa Alitas sobre las vacunas. Cortesía del Centro de Educación Sanitaria del Sureste de Arizona.

En la frontera, personal de salud comunitaria se adapta a las necesidades de solicitantes de asilo

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A lo largo de la pandemia de COVID-19, los trabajadores de salud comunitaria aprendieron a adaptarse rápidamente a un virus en continua mutación, utilizando nuevas herramientas y tecnología para combatirlo y proporcionando la información y orientación adecuadas a las personas a las que atienden.

Pero, ¿qué significa esto para el personal de salud a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, donde el número de solicitantes de asilo ha alcanzado máximos históricos?

Para obtener más información sobre los retos específicos a los que se enfrentan las organizaciones comunitarias a la hora de ofrecer servicios de vacunación en la frontera sur, Public Good News habló con Gail Emrick, directora ejecutiva, y Brenda Sánchez, gestora de programas, del Centro de Educación Sanitaria del Sureste de Arizona (SEAHEC, por sus siglas en inglés). Con sede en Nogales, Arizona, las representantes del centro hablaron de cómo su equipo ha proporcionado información bicultural y bilingüe a la región compuesta por seis condados circundantes desde el inicio de la pandemia. Esto es lo que dijeron.

PGN: Ambas trabajan en el SEAHEC desde antes del inicio de la pandemia. Mientras se preparan para el otoño, ¿qué ha cambiado en su forma de compartir información con sus comunidades?

Brenda Sánchez: Específicamente con las poblaciones que vemos llegar a través del espacio de refugio [Casa Alitas], y contrario a la creencia popular, no hay tanta duda sobre las vacunas como vemos en nuestra población general en EE.UU. 

La mayoría de las personas con las que interactuamos han recibido al menos la primera dosis de la vacuna contra el COVID.

Nos preguntan: “¿Cómo puedo conseguir la siguiente dosis de refuerzo?” o “¿Puede ponerme al día sobre cuál es la normativa estadounidense para la vacuna contra el COVID?” o “¿Qué vacunas se aceptan [para entrar] a EE.UU.?”. [Nota del editor: Este requisito ya no es necesario para entrar a EE.UU.].

Hemos empezado a incorporar el tema de la gripe, porque el año pasado vimos lo fuerte que fue nuestra temporada de gripe y estamos viendo que esta temporada probablemente será igual de fuerte. El VRS también. Atendemos a una gran población de bebés y [niños]. Así que también hablamos del VRS.

PGN: ¿Qué información específica sobre el COVID-19 ven que las personas necesitan?

B.S.: Nos aseguramos de proporcionar a los migrantes información básica que realmente puedan utilizar en el espacio del refugio. Enfatizamos la importancia de utilizar mascarillas y cómo utilizarlas realmente ayudará a prevenir esos tres problemas de salud porque estamos en un entorno de congregación. También reiteramos la importancia de lavarse las manos y utilizar desinfectante de manos.

Les proporcionamos consejos y recursos sobre cómo mantenerse a salvo mientras viajan en avión o en autobús. Y una vez que llegan a sus comunidades de destino, les ponemos en contacto con [centros de salud federales] locales, farmacias locales que ofrecen varias vacunas y les explicamos: “Estas son las vacunas aprobadas por EE.UU” y “este es el refuerzo que nos toca”.

Algunos países no proporcionaron todas las vacunas contra el COVID como hicimos aquí en EE.UU., así que nosotros proporcionamos esa educación. Y ahora que se acercan las dosis de refuerzo de otoño, también educamos sobre cuándo es el mejor momento para empezar a recibir la dosis de refuerzo, especialmente para las personas que viajaron desde diferentes [países] que tienen diferentes estaciones de invierno.

Muchas de estas personas también viajan con sus familias. Y hay muchos lazos familiares. Así que en nuestros mensajes, nos aseguramos de hacer hincapié también con ellos: “Si te vacunas, también ayudas a tu familia porque te va a mantener a salvo”.

Sé que en EE.UU. hubo un gran número de personas que lamentablemente fallecieron a causa del COVID, pero algunos de estos otros países también se vieron gravemente afectados, y luego tuvo un efecto dominó en su economía y llevó a que más personas se vieran obligadas a emigrar y cosas por el estilo.

Así que en nuestros mensajes reiteramos ese componente familiar y nos aseguramos de que las personas sepan que la vacuna es gratuita, o que hay lugares donde pueden conseguirla a bajo costo, porque en otros países tienen que pagar por ella.

Sabemos que las personas que acuden al refugio tienen recursos limitados. Así que también hacemos hincapié en la prevención: “¿Cómo podemos evitar que [las personas] se enfermen?” o “¿Cómo podemos evitar que toda la familia se enferme?” Porque eso es añadir más costos que tendrán que cubrir.

PGN: ¿Qué te gustaría que las personas supieran sobre la vida en la frontera?

Gail Emrick: La frontera entre Estados Unidos y México es la más singular del mundo. Si alguna vez has estado en algún lugar como Francia o Alemania o entre, digamos, Guatemala y El Salvador o Chile y Argentina, cuando cruzas la frontera, hay algunos matices, puedes notar que es diferente solo porque hay una bandera o un control fronterizo o algo así, ¿verdad?

En la frontera entre Estados Unidos y México hay muchas diferencias. Y una de las mayores [diferencias] en los últimos, digamos 20 años, ha sido el aumento de la militarización de nuestra frontera. Eso lo ha hecho realmente difícil para muchas de nuestras familias.

La gente tiene familia en ambos lados. La gente tiene negocios en ambos lados. Algunas personas viven en un lado y sus hijos pueden ir al colegio en el otro. O vives en este lado, pero tu trabajo está en el otro. Así que hay comercio y viajes constantes y continuos y emisoras de radio compartidas y celebraciones familiares compartidas. Por eso, cuando se instaló la frontera artificial, se creó un factor de estrés adicional para las personas que viven en la frontera. Y es uno de esos problemas de salud mental de los que las personas pueden no darse cuenta hasta que realmente profundizan y piensan en lo que el aumento de la militarización hace a la mente de alguien.

Pero también todo lo positivo que conlleva vivir en la frontera. Las personas escuchan cosas negativas en la prensa, pero es muy divertido poder tener una comunidad que habla dos idiomas. Es realmente interesante tener puntos en común y diferencias culturales y que las personas lo acepten como la norma. Por ejemplo, tipos de comida, el tipo de música que se escucha. Así que creo que hay mucha más apertura de mente y de corazón en cuanto a la comprensión y aceptación por parte de las personas de que algo sea bicultural. Es un lugar realmente hermoso donde vivir y trabajar.

B.S.: Algo que añadiría es que compartimos una infraestructura de salud. Especialmente para las personas que trabajan en esas comunidades hermanas, donde es más accesible cruzar a México para ir al dentista, para ir por sus medicinas o incluso para ir a ver a su médico de cabecera si no tienen seguro o si tienen un copago elevado. Cuando interactuamos con miembros de la comunidad, debemos ser conscientes a la hora de hacer preguntas del tipo: “¿Cuándo fue la última vez que vio a su médico de cabecera?” A veces tenemos que verificarlo: “¿Vio a su médico de cabecera aquí en EE.UU. o en México?”

Creo que con el COVID y la vacunación vimos algo diferente: personas de México venían a las comunidades fronterizas de Estados Unidos a vacunarse porque no era tan fácil acceder a ellas en México cuando se distribuyeron las vacunas.

Algo también muy propio de nuestras comunidades fronterizas es la diversidad de ocupaciones que tienen los individuos. Tenemos una gran comunidad agrícola, de trabajadores del campo, pero también tenemos una comunidad minera. Tenemos personas que trabajan en las fábricas que ayudan a procesar la mercancía que llega a través de la frontera entre Estados Unidos y México. Y luego [vemos] los efectos sobre la salud que tienen esas distintas ocupaciones y los recursos sobre los que cada una de ellas dispone en función a su empleador. Esas son las cosas que, como profesionales de salud pública, [tenemos] en mente cuando elaboramos los materiales y recursos de educación de salud que llevamos a nuestras comunidades. Sabemos que las ocupaciones de las personas son muy diversas, incluso de frontera a frontera y de condado a condado.

PGN: ¿Qué consejo tienes para otros trabajadores de salud comunitaria u organizaciones comunitarias que trabajan a lo largo de la frontera sur o que prestan servicios a las comunidades migrantes?

G.E.: Nunca hagas suposiciones. Nunca des por sentado que porque una persona viva en un lugar determinado, tenga un aspecto determinado o hable de una manera determinada, va a tener unas creencias determinadas. Creo que lo más importante es escuchar sus preocupaciones. Eso es lo que yo diría sobre cualquier problema de salud. El COVID sacó esto a la luz. Pero las personas son individuos complejos. Intenta aprender de todos a medida que avanzas.

B.S.: Creo que otra cosa que aprendimos es a dar opciones a las personas. Si no se muestran receptivos a uno de tus planteamientos, no  necesariamente significa que no les preocupe ese problema de salud. Puede ser que no tengan los recursos para acceder a lo que compartes o que hayan estado expuestos a otras cosas en su comunidad que [hayan] hecho que no confíen en lo que compartes. Así que nuestro trabajo es asegurarnos de aportar otro enfoque. Y como dijo Gail, no des por sentado que las personas y las comunidades creerán lo que tú crees que creerán. Escúchalas de verdad y presta atención a sus comentarios. Luego, vuelve y aplica esos comentarios a los planteamientos que utilizas.

This article first appeared on Public Good News and is republished here under a Creative Commons license.

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