¿Están los rankings mundiales de felicidad influenciados por la cultura?
Los psicólogos miden con mayor precisión el bienestar de las personas al tomar en cuenta la percepción de felicidad en las diferentes culturas
Cada año, el Informe Mundial de la Felicidad clasifica a 146 países de todo el mundo según su promedio de felicidad. Los países escandinavos suelen encabezar la lista, Estados Unidos cae por debajo de los 10 primeros, mientras que al final aparecen los países devastados por la guerra y profundamente empobrecidos.
Los puntajes de felicidad provienen de una encuesta de satisfacción con la vida, más o menos así: considerando tu vida en todo aspecto y usando la imagen mental de una escalera, 10 puntos representan la mejor vida posible y 0 la peor, indica dónde te encuentras. Esta pregunta básicamente hace que las personas piensen en sí mismas y en sus recursos, logros, oportunidades y posición.
Sin embargo, esta pregunta cuyas versiones se utilizan en la investigación psicológica en todo el mundo, ¿está sesgada por ideales culturales?
“¿Cómo se puede concluir que el país A es más feliz que el país B, cuando la felicidad se mide de acuerdo a lo que la gente del país A piensa sobre la felicidad?”, preguntaron los autores de un nuevo estudio.
En su estudio, idearon una forma culturalmente sensible de medir el bienestar y descubrieron que las clasificaciones de felicidad existentes tienden a subestimar las puntuaciones en ciertos países. Al hacerlo, descubrieron lo que podría ser una forma más precisa de medir la felicidad en todo el mundo.
Diferentes países, diferentes felicidades
Nuestro contexto cultural moldea nuestra forma de pensar sobre la felicidad. Por ejemplo, la satisfacción con la vida es una forma muy individual de evaluar la felicidad; la pregunta es sobre ti y tu propia experiencia, algo que probablemente tiene sentido para las personas de culturas individualistas. Las culturas individualistas tienden a pensar en la felicidad como experiencias de emoción y diversión.
En otros países, la percepción cultural de la felicidad está más orientada hacia las relaciones y se centra en la armonía interpersonal y la interdependencia social. En otras palabras, la felicidad no está restringida al individuo, sino que proviene de experiencias compartidas. Las personas en culturas colectivistas normalmente calificarían alta su felicidad solo si otras personas a su alrededor también son felices.
Para llegar a esta diferencia, los investigadores encuestaron a casi 13,000 personas en 49 países sobre los ideales de su cultura en torno a la felicidad, así como su propio nivel de felicidad, para luego ajustar sus puntajes.
Los investigadores les dieron a los participantes del estudio, en su mayoría estudiantes, dos encuestas diferentes. La primera encuesta se denominó escala de satisfacción con la vida (p. ej., “¿Estás satisfecho con tu vida?”). La segunda se denominó escala de felicidad mutua y toma datos sobre la felicidad compartida y cooperativa (p. ej., “¿Crees que tú y los que te rodean son felices?”; “¿Haces felices a otras personas importantes para ti?”).
Se pidió a los participantes del estudio que respondieran como lo haría una persona ideal o perfecta, tanto para ellos (mi felicidad), como en referencia a su familia (la felicidad de mi familia). Estas respuestas se consideran su ideal cultural de felicidad. Luego, se les pidió que contestaran las encuestas desde su propio punto de vista, nuevamente, tanto sobre ellos mismos como sobre su familia. Estas respuestas se consideran su felicidad real.
El ideal cultural de la felicidad varió entre países, desde Japón (donde la gente veía la felicidad más como una experiencia compartida, que como una satisfacción individual con la vida) hasta Chechenia (donde la gente veía la felicidad más como una satisfacción). Curiosamente, las personas en los Estados Unidos mostraron una ligera preferencia cultural por la felicidad mutua en la satisfacción con la vida, junto con otros 12 países que valoraron ambas versiones de la felicidad de manera similar.
Después, los investigadores ajustaron las puntuaciones reales de felicidad de las personas para tener en cuenta los puntos de vista de su cultura sobre la felicidad. Por ejemplo, dieron más peso a la satisfacción con la vida para las personas en países que la idealizaban, de la misma manera dieron más peso a la felicidad mutua para las personas en países que también la idealizaban. También ajustaron las puntuaciones de las personas para reflejar cuánto valoraba su cultura la felicidad para uno mismo frente a la de la familia, creando una puntuación de felicidad culturalmente sensible.
Los hallazgos revelan que las clasificaciones nacionales de felicidad existentes, que en su mayoría se basan en una pregunta centrada en uno mismo sobre la satisfacción con la vida, subestiman la felicidad en países donde los ideales culturales se centran en la colaboración, la armonía y las relaciones. En análisis posteriores, los investigadores informan que las puntuaciones de felicidad culturalmente sensibles predicen mejor las experiencias emocionales positivas de las personas que su satisfacción con la vida, lo que sugiere que las clasificaciones de felicidad actuales podrían no estar teniendo en cuenta las experiencias emocionales involucradas en la verdadera felicidad.
¿Cómo debemos medir la felicidad?
Aunque este es un primer paso para explorar el papel de la cultura en la medición de la felicidad, existen límites en este estudio que en futuras investigaciones se pueden explorar. Por ejemplo, no se diferencian las influencias culturales sobre la felicidad entre los diferentes países. Sin duda deben examinarse las diferencias en cómo las personas con diversos antecedentes culturales dentro de un país, como los Estados Unidos, perciben la felicidad. También hay otras facetas de la felicidad, como el significado de la vida, el propósito o experiencias como la espiritualidad, los cuales probablemente son diferentes por motivos culturales y, a su vez, podrían influir en las respuestas a las encuestas sobre la felicidad.
Como investigador de la felicidad, a menudo me pregunto por qué Bután, que fue pionero en poner la Felicidad Nacional Bruta por encima del Producto Interno Bruto en 1972, no encabeza la lista de rankings de felicidad global. Este estudio se siente como una mirada preliminar al comienzo de una respuesta. Quizás las preguntas que nos hemos estado haciendo para medir la felicidad, que enmarcan la felicidad como algo acerca de uno mismo, no siempre son las correctas.