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¿Qué puedes hacer para abordar la pérdida de aprendizaje de la pandemia?

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Una psicóloga escolar y madre sugiere tres formas de repensar la pérdida de aprendizaje y reiniciar la educación para ayudar a los estudiantes a triunfar académicamente.

Es probable que todos los padres recuerden el momento en que llegaron las órdenes de quedarse en casa por el COVID-19. Como psicóloga escolar y madre recuerdo haber pensado (ingenuamente) que sería a corto plazo – ¡y tal vez incluso divertido! – “educar en casa” durante unas semanas. Es decir, sé cómo ayudar a los niños a aprender, ese es mi trabajo. Incluso escribí uno de los artículos más compartidos de GGSC del 2020 sobre cómo los padres pueden hacer frente al estrés del aprendizaje a distancia.

Meses después, como todos los padres del planeta, choqué contra una pared. Mi definición de un buen día de “aprendizaje” pasó de que mi hijo de tercer grado adquiriera la habilidad de multiplicar fracciones, a un día sin crisis (de mis hijos o mía). De repente, la métrica del éxito en aprendizaje se convirtió en que mis hijos accedieran a sus habilidades de afrontamiento. Como psicóloga escolar, tenía sentido trasladar la atención de lo académico a las habilidades socioemocionales, porque de todos modos, los niños estresados ​​​​no pueden aprender fracciones. Nadie aprende bien en el modo de lucha.

En mi papel como psicóloga escolar, los últimos dos años han sido, en efecto, duros. Vi a un estudiante sostener un cartel en Zoom que decía: “No puedo aprender así”. Noté estudiantes agotarse, derrumbarse y desaparecer de la escuela por completo. Consolé a padres que lloraban cuando se sentían desesperanzados. Y tuvé una buena cantidad de reuniones en las que alenté a los maestros y psicólogos escolares a no darse por vencidos por el estrés.

Me preocupa el costo emocional para nuestros estudiantes, así como la pérdida de aprendizaje académico, particularmente cuando leo estudios que muestran que al final del ciclo escolar 2021 los estudiantes tuvieron un retraso de cuatro a cinco meses en habilidades de lectura y matemáticas. Aún más alarmante es la investigación que sugiere que los estudiantes de color y los estudiantes de comunidades de bajos ingresos mostraron detrimentos en sus habilidades aún más pronunciados que sus compañeros blancos y más ricos.

Además, persisten brechas de oportunidades, incluso antes del COVID-19, así como tasas de graduación y rendimiento más bajas entre los estudiantes con discapacidades y los estudiantes de inglés como segunda lengua. Las investigaciones muestran que durante el aprendizaje remoto, los estudiantes con discapacidades no recibieron el apoyo especializado que necesitaban y tuvieron índices más altos de ausentismo, trabajo incompleto y reprobación de cursos que sus compañeros sin discapacidades. En resumen, las inequidades previas a la pandemia en nuestro sistema escolar se han acentuado. Esto me preocupa y podría preocuparte a ti también.

Pero, ¿qué podemos hacer al respecto ahora mismo? ¿qué hacer desde hoy?

A continuación hay tres sugerencias para repensar, reiniciar y recrear experiencias de aprendizaje equitativas y basadas en fortalezas. Estas recomendaciones pueden ayudarnos a todos a reconstruir el trauma colectivo del aprendizaje interrumpido.

1. Repensar “la pérdida de aprendizaje”

Como psicóloga escolar estoy capacitada para enfocarme en las fortalezas de los estudiantes, soy (quizás en exceso) siempre optimista sobre el potencial de los estudiantes y el poder de los docentes y las familias para recuperarse juntos.

En las primeras etapas de la pandemia, me avergüenza admitir que era como ese meme del perro de dibujos animados, que está sentado en medio del fuego a su alrededor, pensando: “Esto está bien, todo está bien…”.

Gasté toda mi energía emocional tratando de infundir esperanza y resolver problemas prácticamente irresolubles, como tratar de enseñar a los estudiantes con discapacidad visual a través de Zoom, o llegar a los estudiantes que no tenían Internet o a las familias que luchaban por encontrar comida y refugio.

Cuando volvimos a ingresar a los edificios escolares, mi instinto fue celebrar la resiliencia de nuestros estudiantes en lugar de centrarnos únicamente en las brechas académicas. Las investigaciones muestran que cuando nos enfocamos en las fortalezas de los niños, en realidad obtienen mejores resultados académicos. Tiene sentido intuitivo, también. Si al llegar a un entorno de aprendizaje se les recibiera con la pregunta “¿Qué es lo que ya sabes y qué dones únicos aportas al entorno de aprendizaje?”, ¿no sería más probable que perseveraran y se comprometieran, que si se encuentran con un “Bienvenido de nuevo. ¿Estás atrasado académicamente?

Todavía me cuesta concentrarme en las fortalezas de los estudiantes y docentes y su increíble resiliencia, sin dejar de distinguir las brechas reales en el apoyo.

Sabemos por décadas de investigación en terapia cognitiva conductual, que podemos reducir el estrés reformulando lo negativo en positivo y examinando la evidencia sobre nuestra realidad. Entonces, ¿qué pasa si comenzamos con la reformulación de “la pérdida de aprendizaje” como “brechas de oportunidades”? El cambio del modelo basado en el déficit, al basado en las fortalezas, reconoce la gravedad de la situación y simultáneamente cambia nuestra lente colectiva para enfocarnos en las fortalezas de nuestros estudiantes y docentes hacia el futuro.

Aunque sea sutil, el lenguaje importa. Por ejemplo, ¿has “perdido” la capacidad de hablar un nuevo idioma o de adquirir habilidades de biología celular cuando nunca has tenido una instrucción constante o experiencias de aprendizaje enriquecedoras? No. Simplemente no has tenido la oportunidad. ¿Y adivina qué? Podemos crear asombrosas oportunidades de aprendizaje juntos.

Reformular un problema no hace que el problema desaparezca. Pero podría infundir optimismo en nuestros estudiantes y docentes, ingrediente esencial  para afrontar el estrés y el éxito académico.

Después de reformular el problema, podemos analizar la evidencia. Los datos son claros, hay brechas en las competencias entre ciertos grupos de estudiantes. No importa cómo lo llamemos, aún existe la conexión empírica entre las habilidades académicas y el éxito en la vida. Podemos reconocer las brechas y mirar hacia el futuro para construir nuevas oportunidades de aprendizaje en un modelo basado en fortalezas, particularmente para las familias y los estudiantes más afectados por las brechas de oportunidades. ¿Tenemos alguna evidencia para respaldar esta perspectiva optimista? Sí. Continúa leyendo.

2. Reiniciar la disposición para aprender

Aunque entre los padres y docentes existe la preocupación sobre el rezago en las habilidades académicas de los estudiantes después de dos años en pandemia, es muy probable que enfocarse en lo académico no resuelva uno de los problemas fundamentales: los estudiantes estresados no aprenden a su máxima capacidad. Por otra parte, una investigación indica que los estudiantes con fuertes habilidades socioemocionales y de afrontamiento presentan un mayor éxito académico.

Revisemos el caso de la reconstrucción del aprendizaje para desplazados después del huracán Katrina, donde los estudiantes padecieron que las escuelas se enfocaran demasiado rápido en la regularización académica (especialmente para los estudiantes de secundaria). Los estudios posteriores a Katrina señalan la importancia de construir y mantener relaciones de apoyo con los estudiantes después de los desastres. Durante mucho tiempo se ha estudiado como un factor protector, la relación existente entre que los niños se sientan seguros, vistos y conectados con los adultos en sus vidas y el éxito académico. Las investigaciones muestran que cuando los niños tienen relaciones sólidas de afecto con sus cuidadores, es más probable que se involucren en la escuela y estén más motivados para tener éxito académico.

La conexión es protección. Para poder aprender, los estudiantes (así como los adultos) que están desregulados o emocionalmente sobrecargados por el estrés necesitan apoyo de salud mental y de iniciativas de bienestar. Si bien alcanzar la felicidad y el bienestar es un objetivo por sí mismo valioso, las investigaciones muestran que la felicidad amplía y desarrolla las habilidades cognitivas y la conexión socioemocional, incluyendo la capacidad de resolución de problemas, la creatividad y la memoria, al tiempo que reduce la ansiedad, que afecta directamente a la memoria y la concentración.  Dicho de manera sencilla: los niños conectados son más felices y las mentes más felices aprenden más.

La realidad es que tenemos estudiantes que necesitan apoyo académico significativo, que debe ser acompañado por medidas de apoyo socioemocional. Esta intersección es fundamental para reiniciar el aprendizaje. Las investigaciones revelan que la relación de mejores resultados académicos es mayor cuando los estudiantes creen que sus habilidades y destrezas pueden crecer con esfuerzo, se sienten física y emocionalmente seguros y sienten que sus maestros esperan mucho de ellos. 

Rigor sin relación es presión. Hagamos el esfuerzo de comenzar de nuevo, expresemos a nuestros estudiantes “Ha sido difícil, pero estamos juntos en esto y creo en ti”. El optimismo, la conexión y una mentalidad de crecimiento son importantes. No hay mal que por bien no venga, amigos.

3. Reimaginar la educación para adaptarse al momento

En los primeros meses del modelo de aprendizaje a distancia, observé que los maestros y los proveedores de salud mental en las escuelas hicieron un cambio radical para ayudar a los niños (a pesar de que nunca tomaron un curso de “cómo enseñar de forma remota en una pandemia global”). Los vi creando oportunidades de aprendizaje innovadoras para sus estudiantes en medio de una crisis.

Vi a maestros recuperarse con renovado vigor para volver a imaginar lo que es importante que los estudiantes aprendan y cuestionar la excesiva medición del “aprendizaje”.

Escucho a los docentes de todo el país hacer un llamado a favor de definiciones ampliadas del éxito de los estudiantes más allá de los puntos estandarizados adquiridos o perdidos.

Y he escuchado alto y claro que la salud mental debe ser una prioridad, no solo ahora, sino mucho después de que la última mascarilla desechable para el COVID-19 se tire a la basura. 

Entonces, ¿cuáles son las soluciones duraderas para abordar la inequidad y atender a nuestros estudiantes con necesidades especiales y discapacidades? ¿Qué innovaciones podemos aprender de la pandemia, que sobrevivan a los esfuerzos de corto plazo de las medidas frente al COVID que se ejecutarán? 

No queremos volver a la “normalidad”, donde existen logros predecibles y brechas de oportunidades. Queremos recuperarnos para interrumpir la previsibilidad de quién tendrá éxito y quién tendrá dificultades para lograr el éxito académico y de por vida. Se necesitará un ecosistema de apoyo y una visión común. 

Estas son mis sugerencias sobre cómo las escuelas, las agencias comunitarias, los padres y los estudiantes pueden trabajar juntos para reconstruir:

Servicios preventivos de salud mental para estudiantes y personal

  • Invertir en reclutar y retener psicólogos escolares y profesionales de salud mental en las escuelas.
  • Cambiar el papel de los proveedores de salud mental en las escuelas a la prevención y la intervención temprana, no sólo al diagnóstico.
  • Invertir en el desarrollo profesional de toda la escuela para el aprendizaje socioemocional, las prácticas centradas en el tratamiento y la información sobre el trauma.
  • Los increíbles planes de estudios académicos y los programas socioemocionales del mundo no serán efectivos si los maestros están en modo de supervivencia o renuncian en masa. Prevenir la pérdida de maestros es una prioridad tan grande como la pérdida de aprendizaje de los estudiantes en este momento. Pregúntele al maestro: “¿Qué reduciría tu estrés en este momento?” y valora sus ideas. 

Cómo unir la educación general y la educación especial 

  • Financiar por completo la ley de educación especial, que ha tenido un déficit presupuestario histórico. Escriban a los  miembros del Congreso para apoyar los esfuerzos legislativos para cerrar la brecha entre los servicios necesarios y la asignación de fondos.
  • Centrar las estrategias de Diseño Universal para el Aprendizaje (UDL, por sus siglas en inglés) dentro del entorno de educación general que ayude a todos los estudiantes, incluidos aquellos con necesidades educativas especiales.
  • Proporcionar apoyo personalizado de varios niveles para todos los estudiantes, incluidos aquellos sin diagnósticos formales de educación especial.
  • Continuar manteniendo la opción de reuniones virtuales de educación especial y conferencias de padres y maestros para involucrar a los padres que tal vez no puedan asistir en persona.

Modelos de aprendizaje flexibles e innovadores

  • Extender la tutoría de contenido académico a un enfoque terapéutico más amplio que incluya educar a los estudiantes sobre habilidades de funcionamiento ejecutivo y habilidades de afrontamiento. Si los estudiantes se cierran o se portan mal cuando se les enseña contenido académico, es posible que necesiten capacitación en autorregulación emocional y habilidades de funcionamiento ejecutivo, como comenzar tareas difíciles, aumentar el enfoque y aumentar las habilidades de planificación/organización (las cuales se ven comprometidas cuando están estresados).
  • Mantener la flexibilidad ofreciendo opciones de aprendizaje a distancia para los estudiantes que presentaron mejoras estudiando de forma autónoma. 
  • Realizar un recorrido para escuchar a los padres sobre qué apoyos están funcionando para ellos y qué iniciativas les gustaría ver más, y aprovecha la sabiduría colectiva de la comunidad para co-crear soluciones innovadoras.

Ahora bien, no he tenido la oportunidad de estudiar biología en mucho tiempo, por lo que mi metáfora puede no ser perfecta, pero me parece recordar que cuando las células se descomponen, se vuelven más fuertes. Tengo la misma esperanza para nuestros sistemas educativos. Podemos usar los datos sobre “la pérdida de aprendizaje” y el estrés de la pandemia para construir escuelas más sólidas y equitativas con rigor académico, apoyos socioemocionales y de salud mental totalmente integrados y experiencias de aprendizaje culturalmente relevantes… justo en el ADN de nuestro sistemas escolares.

Escrito por Rebecca Branstetter. Este artículo es original de Greater Good, la revista en línea publicada por el Greater Good Science Center de UC Berkeley.
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