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Holtville: El cementerio de los inmigrantes desconocidos

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Aunque el gobierno de México ha calificado a los inmigrantes como héroes, para muchos de ellos no hay honores, ni siquiera “un sepulcro para ellos de gloria’, como diría la letra del himno nacional mexicano. Ellos son los muertos no identificados enterrados en un panteón en la ciudad californiana de Holtville.

Este poblado se encuentra a unas 10 millas de la frontera, en una zona en la que las temperaturas en verano suben por encima de los 120 grados Fahrenheit y en donde entre 180 y 200 migrantes pierden la vida cada año, en su intento por cruzar la frontera.

Al frente de Terrace Park Cemetery, las tumbas se encuentran alineadas sobre un pasto verde y bien cuidado. Hay flores y lápidas. Muchas de mármol y otras más modestas. Todas tienen grabado un nombre, la fecha de nacimiento y defunción y en algunos casos, un breve epígrafe.

El área destinada a los “No identificados”, en cambio, está cerrada por una cerca con una malla verde donde apenas se alcanzan a ver las tumbas. El espacio destinado a ellos son varias hileras de huecos cavados directamente sobre la tierra reseca. No hay lápidas, ni flores, ni fechas ni nombres. Hay apenas un ladrillo grabado con el nombre “John Doe” si el cadáver corresponde a un hombre o “Jane Doe” si es mujer.

Esa es la denominación que se da en Estados Unidos a los muertos no identificados y en Holtville hay un gran número. Se calcula que hay unas 600 tumbas de personas que muy probablemente fueron migrantes que no lograron atravesar la franja desértica entre la frontera y la carretera interestatal número 8.

El contraste es fuerte, insultante, despiadado, porque es evidente que también en la muerte hay diferencia para aquellos que fallecieron en su condición de migrantes.

“Las familias no tienen dinero ni saben dónde están. Por eso ni servicio religioso se les hace”, le dijo Martín Sánchez, el cuidador de dichas tumbas a la publicación Animal Político.

De acuerdo con funcionarios de Terrace Park, los últimos migrantes fueron enterrados en esa sección del cementerio, gracias al financiamiento aprobado por el condado de Imperial en 2009. Ahora cada vez que se encuentra a migrantes fallecidos en este condado, son cremados y sus cenizas son esparcidas en el mar.

“El cruce es cada vez más peligroso tanto por la presencia del crimen organizado, como porque ahora las rutas atraviesan zonas más remotas y peligrosas”, dice Enrique Morones, un activista por los derechos de los inmigrantes que ha trabajado en la zona desde hace más de 30 años.

Las cosas empeoraron en 1994

Morones es ampliamente conocido por su defensa de los inmigrantes. Desde hace más de dos décadas y con la ayuda de voluntarios, estudiantes y organizaciones sin fines de lucro de ambos lados de la frontera, ha colocado galones de agua para que los migrantes puedan refrescarse en su trayecto.

Las estaciones de agua, como se les llama, están marcadas con banderas para que los migrantes sepan su ubicación. Muchos grupos antiinmigrantes han criticado a Morones y a sus voluntarios por ayudar a los migrantes indocumentados.

“Ellos son personas, como tu y como yo”, dice Morones. “Así que es nuestro deber ayudarlos”.

La travesía se volvió cada vez más peligrosa luego de que en 1994 los agentes de seguridad de la frontera establecieran el “Operativo Guardián”, con el que no solo se multiplicó el número de agentes vigilando la frontera, sino que se colocaron torres de seguridad y sensores para detectar el movimiento. “Se hizo casi infranqueable la frontera”, dice Hugo Castro, otro activista en favor de los derechos de los migrantes.

Pero la parte más inhumana de ese operativo de vigilancia es que se “canalizó” el flujo de los migrantes hacia las zonas desérticas más inhóspitas, con lo que el número de muertos incrementó dramáticamente.

Los entierros de los no identificados en Holtville, en el Valle Imperial de California, comenzaron a mediados de los ’90, cuando un cementerio vecino se vio rebasado por el número de personas no identificadas.

Busque en nuestro sitio Recursos para localizar a un inmigrante desaparecido

Con mucha frecuencia Morones viaja a Holtville con grupos de estudiantes y miembros de organizaciones para que no sean olvidados.

“Estos seres humanos todavía no descansan en paz. No han tenido un servicio digno, y la gran mayoría de sus familiares ni siquiera saben que han muerto. Esto es una crisis humanitaria, aquí mismo dentro de Estados Unidos”, dice Morones.

Durante nuestra visita al cementerio, encontramos los vestigios de un grupo de voluntarios que no pudieron entrar al área de las tumbas, dejaron una flor, hoy reseca, en la cerca.

La mayoría perece por deshidratación aguda. Otros, heridos o enfermos, son abandonados por el grupo, generalmente liderado por un “coyote” a quien los migrantes pagan para asistirlos en el cruce.

Otros más son víctimas de la violencia del crimen organizado que ha hecho de la frontera, su teatro de operaciones.

En las oficinas de la Patrulla Fronteriza se lleva un expediente con los detalles de las personas que son localizadas: Sitio donde se encontró el cadáver, tatuajes, ropa, zapatos, accesorios, mochilas, libretas. Todo eso ayuda a que en algún momento un familiar logre identificar los restos y darle una sepultura digna.

En este Día de Muertos, la mejor forma de ayudarles a descansar en paz es recordándoles.

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