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¿Qué nos impide elegir a una presidenta mujer?

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Estados Unidos nunca ha tenido una presidenta mujer. A pesar de que muchos estadounidenses creen que las mujeres merecen el liderazgo tanto como los hombres, los prejuicios sobre el género persisten, lo que dificulta que las mujeres alcancen este cargo más alto.

Aunque los estereotipos sobre las mujeres ciertamente pueden afectar las posibilidades de llegar a la presidencia, también puede estar en juego otro tipo de asunto: los “prejuicios pragmáticos” (en inglés, esto se conoce como “pragmatic bias”). 

Tener un prejuicio pragmático contra las mujeres en una elección significa que las personas que pueden preferir a una candidata mujer no votarán por ella por temor a que sea demasiado difícil o imposible de que gane, a menudo porque creen que los demás no la apoyarán.

¿Podría ser esto parte de lo que impide que las mujeres candidatas lleguen a la presidencia? Y, si es así, ¿qué podemos hacer al respecto? Un nuevo estudio buscó averiguarlo.

Cómo el prejuicio pragmático perjudica a las candidatas

El estudio se realizó durante las elecciones primarias presidenciales de 2020 de los Estados Unidos, cuando habían varias mujeres demócratas como candidatas, incluidas Kamala Harris, Elizabeth Warren y Amy Klobuchar. Los votantes demócratas tenían que decidir no sólo a quién querían como presidente, sino también quién podría vencer a Donald Trump en una elección, una oportunidad ideal para ver cómo el prejuicio pragmático podría influir en los votos.

Para averiguarlo, los investigadores encuestaron a los votantes de las elecciones primarias demócratas para conocer sus puntos de vista sobre la elegibilidad de las candidatas (en general), la elegibilidad de determinadas candidatas y sus intenciones de votar por una mujer, teniendo en cuenta aspectos como el género de los votantes, edad, raza y nivel educativo, así como si su preferido era o no mujer u hombre.

Los investigadores encontraron que el 76% de los encuestados pensó que sería más difícil para una mujer ganar contra (el entonces presidente) Trump en una elección general, en comparación con el 16% que pensó que ser mujer no marcaría una diferencia y el 8% que pensó que sí, y que sería más fácil.

Cuando se les preguntó por qué pensaban que las mujeres eran menos elegibles, los encuestados confirmaron que prevalecían las preocupaciones pragmáticas. El noventa y uno por ciento dijo que pensaba que “muchos estadounidenses aún no están listos para votar por una mujer presidenta”, mientras que muchos también creían que las candidatas tendrían que cumplir con requisitos más altos para demostrar su valor, enfrentar una cobertura mediática prejuiciosa y soportar críticas más duras y efectivas de sus oponentes.

Esto no sorprende a uno de los coautores del estudio, Robb Willer de la Universidad de Stanford.

“Tuvimos la sensación de que esta era una creencia generalizada entre muchos estadounidenses y, en particular, entre los estadounidenses más liberales que son más conscientes y están más preocupados por las desigualdades de género en la sociedad”, dice. “Muchos votantes de las primarias demócratas tienen sospechas profundamente arraigadas de que otros tienen prejuicios significativos contra las mujeres como posibles líderes”.

Willer y su equipo también encontraron que las personas que creían que una mujer era menos elegible también tenían menos intención de votar por una mujer en las primarias, incluso si una mujer era su candidata preferida.

Cómo combatir el prejuicio pragmático en la política

¿Cómo podrían los investigadores cambiar ese prejuicio? La siguiente parte del experimento de Willer se centró en averiguarlo.

En un experimento, él y sus colegas reclutaron votantes demócratas y los asignaron al azar para recibir información diferente. En un grupo de “información verdadera”, los participantes leyeron que el 52,5 % de los votantes están muy o extremadamente preparados para una mujer presidenta (cifra basada en encuestas anteriores). Mientras tanto, un grupo de “percepción errónea” leyó que solo el 15,7% de los votantes están muy o extremadamente listos para tener una mujer presidenta.

En otro experimento, a diferentes votantes demócratas se les dio información sobre la elegibilidad real de las mujeres en función de los resultados electorales del mundo real. Por ejemplo, se informó a las personas que las mujeres que se postulan para un cargo tienen las mismas probabilidades que los hombres de ganar las elecciones generales, recibir más apoyo que los hombres y tener tanto éxito como los hombres en ser delegadas primarias. En algunos casos, los investigadores agregaron el hecho de que, aunque las mujeres ganan elecciones tanto como los hombres, aún enfrentan desventajas en las elecciones debido al prejuicio de género. En ambos experimentos, un grupo separado de participantes recibió información sobre las elecciones presidenciales de 2020 (como control).

Posteriormente, los investigadores le preguntaron a las personas sobre su opinión general sobre votar por mujeres candidatas, o sobre su intención de votar por mujeres específicas (como Warren o Klobuchar).

Desafortunadamente, darle a la gente información precisa sobre la opinión de otros sobre ver a una mujer presidenta no fue suficiente para cambiar sus intenciones de votar por una mujer. Pero presentarle a las personas datos sobre el desempeño anterior aumentó las intenciones de los votantes de votar por una mujer, en general, y por candidatas específicas. Agregar el hecho de que enfrentan desventajas no afectó los resultados de una forma u otra.

“Si vas a ser parte de una acción colectiva exitosa, como una campaña primaria exitosa para Amy Klobuchar o Elizabeth Warren, debes saber que las personas no sólo están abiertas a esto, sino que van unirse y votar por una candidata mujer, y que el esfuerzo sea exitoso”, dice Willer. “De lo contrario, podría pensar que su voto se gastará mejor en un segundo o tercer candidato favorito que pueda reunir votos reales”.

Esto sugiere que este tipo de educación electoral ayuda a diluir el efecto de prejuicio pragmático, quizás al cuestionar las ideas preconcebidas de la gente.

“Estos datos [sobre la elegibilidad de las mujeres] sorprenden a la mayoría de las personas, especialmente a muchos demócratas”, dice Willer. “No creo que la gente se dé cuenta del éxito de las mujeres candidatas en las elecciones estadounidenses; por lo que los datos sobresalen y son relativamente convincentes”.

Si bien el aumento de la voluntad de votar por una mujer fue bastante pequeño, un aumento del 3%, sigue siendo significativo, especialmente dados los estrechos márgenes de victoria en una elección presidencial general. Además, cuando los participantes a los que se les presentaron los hechos fueron contactados nuevamente aproximadamente un mes después, aún informaron mayores intenciones de votar por una mujer, lo que sugiere que el efecto fue algo sólido.

“Espero que una intervención como la nuestra que muestra que las preocupaciones sobre la elegibilidad son exageradas pueda ser útil para contrarrestar la influencia de las preocupaciones sobre la elegibilidad en la política estadounidense”, dice. “Y no sólo para las mujeres, sino también para otros grupos, como las minorías raciales y étnicas, quienes, según otras investigaciones, también son más elegibles de lo que la gente piensa”.

El camino a seguir para las mujeres candidatas

Todavía hay obstáculos en el camino hacia una mayor representación de las mujeres en la política. Willer dice que el hecho de que a las mujeres les vaya bien en las elecciones no significa que no enfrenten prejuicios. De hecho, dice, alguna evidencia sugiere que las mujeres deben estar mucho más calificadas que sus contrapartes masculinas para ser elegidas.

Y, por supuesto, los medios de comunicación, los expertos políticos y las campañas opositoras pueden intentar explotar los prejuicios de las personas y convencerlas de que no voten por una mujer. Ese ataque puede ser difícil de ignorar para un votante promedio, aunque tal vez las personas armadas con los hechos sean menos susceptibles, dice.

Por supuesto, Willer no pudo averiguar exactamente cómo votó la gente, y es posible que las personas no estuvieran convencidas de cambiar su voto incluso si sus intenciones hubieran cambiado. La gente podría mirar los resultados de las elecciones de 2020, donde un hombre ganó las primarias demócratas y venció a Donald Trump, y las elecciones de 2016, donde Hillary Clinton perdió ante Donald Trump en las elecciones generales, y perder la esperanza.

Pero, dice Willer, la gente debe recordar que Hillary Clinton ganó el voto popular. Si se hubiera postulado para gobernadora, argumenta, habría ganado.

“Una de las cosas tristes de las elecciones de 2016 es que puede haberle enseñado a la gente que las mujeres son menos elegibles de lo que probablemente son, aunque una lectura diferente de esos datos podría haber sido que demostró que las mujeres sí podían ganar”, dice.

Lo que ayudaría, dice Willer, es que los candidatos demócratas masculinos se conviertan en aliados de las candidatas y corran la voz sobre su elegibilidad, refutando a cualquiera que sugiera lo contrario. Si todos pudiéramos colaborar para corregir las percepciones erróneas, tal vez podríamos darles a las mujeres la oportunidad de luchar por convertirse en presidentas.

“Es muy difícil que los candidatos se proclamen elegibles, aunque usen datos, porque claro van a decir que son elegibles, ¿no? Por lo tanto, se convierte en la responsabilidad moral de todos los que saben que las mujeres son elegibles para hacer correr la voz”, dice. “Todos debemos desempeñar un papel en la neutralización de este prejuicio”.

Escrito por Jill Suttie. Este artículo es original de Greater Good, la revista en línea publicada por el Greater Good Science Center de UC Berkeley.
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