Crecen la ansiedad y el temor para millones de estadounidenses
Aún faltan 5 semanas para el cambio de gobierno en los Estados Unidos, el mediodía del 20 de enero de 2025. Pero las primeras secuelas del próximo gobierno de Donald Trump ya se sienten con intensidad en muchas partes.
Una ola de temor se ha desatado en millones de hogares, especialmente entre familias “mixtas”, aquellas donde cohabitan indocumentados con personas con estatus legal.
Las estadísticas del Pew Center son contundentes:
- Aproximadamente 5 millones de inmigrantes adultos no autorizados (el 49%) viven en familias con hijos menores de edad.
- Además del millón de inmigrantes no autorizados que son niños, otros 4.5 millones de personas menores de 18 años nacieron en Estados Unidos de al menos un padre inmigrante no autorizado.
- El número de niños nacidos en Estados Unidos con al menos un padre inmigrante no autorizado se ha más que duplicado desde 2000.
- Al menos 9 millones de personas viven en familias de “estatus mixto” que incluye al menos un adulto no autorizado y al menos un niño nacido en Estados Unidos.
- Esto representa el 54% de los 16,6 millones de personas en familias con al menos un inmigrante no autorizado.
- Hay 400.000 niños inmigrantes no autorizados en esas familias que tienen hermanos nacidos en Estados Unidos.
Las preocupaciones en esas familias tienen una explicación clara: la nueva amenaza de deportaciones masivas. En 2018, la política de “tolerancia cero” de Trump resultó en la separación de miles de niños de sus padres en la frontera. Las imágenes de niños en jaulas y el desgarrador llanto de pequeños separados de sus familias sacudieron al mundo.
El impacto más profundo lo vivieron aquellos menores que quedaron marcados psicológica y emocionalmente por la experiencia.
¿Qué ocurrirá con los niños nacidos en Estados Unidos cuyos padres son indocumentados a partir del 20 de enero?
¿Podríamos estar frente a una nueva ola de separaciones, esta vez afectando no solo a los niños migrantes, sino también a ciudadanos estadounidenses?
Estos niños están en el centro de un dilema que combina derechos civiles, política migratoria y humanidad
Una administración que busque deportar masivamente a los indocumentados podría causar la separación de estas familias, dejando a millones de ciudadanos estadounidenses en una situación de extrema vulnerabilidad.
En algunos casos, los menores serían enviados con sus padres al extranjero, enfrentando un futuro incierto en países que nunca han conocido. En otros, quedarían en el sistema de cuidado infantil de Estados Unidos, enfrentando un trauma aún mayor. Las consecuencias psicológicas de la separación familiar son devastadoras.
Los niños separados de sus padres experimentan altos niveles de ansiedad, depresión y estrés postraumático. Pierden su sentido de estabilidad, seguridad y confianza, lo que puede afectar su desarrollo emocional y académico a largo plazo.
La separación puede crear resentimiento hacia las instituciones gubernamentales que permitieron o promovieron estas políticas.
Los niños ciudadanos, aunque legalmente protegidos, crecerán con el peso de haber sido tratados como un «problema» en lugar de ciudadanos con derechos plenos.
¿Es justo castigar a los niños por el estatus migratorio de sus padres? Más allá de las cuestiones legales, ¿Es ético separar familias y condenar a los menores a una vida de trauma e incertidumbre?
Los defensores de los derechos humanos y las organizaciones pro-inmigrantes tienen un papel fundamental en alzar la voz y exigir políticas que respeten la unidad familiar. El destino de millones de niños ciudadanos y sus familias está en juego. La historia juzgará cómo respondemos a este desafío. Es momento de actuar con humanidad, justicia y compasión, garantizando que ningún niño en Estados Unidos tenga que pagar el precio de políticas migratorias inhumanas.