Una joven adolescente mira la pantalla de su celular. Tiene auriculares puestos.

Límites al uso de redes sociales podría afectar la ayuda de salud mental para adolescentes

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Por Daniel Chang para KFF Health News

No se conocen bien los efectos de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes. Sin embargo, eso no ha impedido que el Congreso, las asambleas legislativas estatales y el cirujano general de Estados Unidos sigan adelante con las prohibiciones por edad y las etiquetas de advertencia para YouTube, Instagram y TikTok.

El énfasis que se pone sobre los efectos nocivos de las redes sociales puede hacer que los responsables políticos pasen por alto los beneficios para la salud mental que proporcionan a los adolescentes, afirman investigadores, pediatras y las academias nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina.

En junio, el cirujano general Vivek Murthy, el médico de más alto rango del país, pidió banners con advertencias en las plataformas de las redes sociales. El 30 de julio, el Senado aprobó la Ley bipartidista de Seguridad Infantil en Internet (Kids Online Safety Act) y la Ley de Protección de la Privacidad Infantil y Adolescente en Internet (Children and Teens’ Online Privacy Protection Act). Y al menos 30 estados tienen legislaciones pendientes relacionadas con los jóvenes y las redes sociales, desde prohibiciones por edad y requisitos de consentimiento de los padres hasta nuevos cursos de alfabetización digital y mediática para alumnos de primaria y secundaria.

La mayoría de las investigaciones sugieren que algunas características de las redes sociales pueden ser perjudiciales: los contenidos manipulados algorítmicamente pueden distorsionar la realidad y difundir información errónea; las incesantes notificaciones distraen la atención y perturban el sueño; y el anonimato que ofrecen los sitios puede ser terreno fértil para ciberacosadores.

Pero también pueden ser útiles para algunos jóvenes, afirmó Linda Charmaraman, investigadora y directora del Laboratorio de Investigación sobre Juventud, Medios de Comunicación y Bienestar del Wellesley Centers for Women.

Según la investigación de Charmaraman, publicada en el Handbook of Adolescent Digital Media Use and Mental Health, las redes sociales pueden reducir el aislamiento de los niños de minorías y los jóvenes LGBTQ+, así como de otros que no se ven ampliamente representados en la sociedad. Las prohibiciones por edad, dijo, podrían afectar de manera desproporciona a estos grupos marginados, que también pasan más tiempo en las plataformas.

“Al principio piensas: ‘Es terrible. Tenemos que sacarlos de ahí’”, explicó. “Pero luego descubres por qué lo hacen, y es porque los ayuda a tener una sensación de afirmación de la identidad cuando les falta algo en la vida real”.

Arianne McCullough, de 17 años, dijo que usa Instagram para conectarse con estudiantes negros como ella en la Universidad de Willamette, donde un 2% de los estudiantes son negros.

“Sé lo aislada que te puedes sentir cuando eres la única persona negra, o de cualquier minoría, en un espacio”, contó McCullough, estudiante de primer año y originaria de Sacramento, California. “Así que tener a alguien a quien pueda enviar un mensaje de texto rápido y decirle: ‘Vamos a pasar el rato’, es importante para mí”.

Después de aproximadamente un mes en Willamette, que está en Salem, Oregon, McCullough creó una red social con otros estudiantes negros. “Estamos todos en un pequeño chat”, dijo. “Hablamos y hacemos planes”.

Las redes sociales no siempre han sido tan útiles para McCullough. Después que las escuelas de California cerraran durante la pandemia, dijo que dejó de competir en fútbol y atletismo. Aumentó de peso y en sus redes sociales se promocionaban constantemente los entrenamientos en casa y las dietas de ayuno.

“Así es como empecé a comparar mi físico con el de los demás”, contó McCullough, señalando que se sentía más irritable, distraída y triste. “Me comparaba con otras personas y con cosas que antes no me hacían sentir acomplejada”.

Cuando su madre intentó quitarle el celular, McCullough respondió con un arrebato emocional. “Era claramente adictivo”, dijo su madre, Rayvn McCullough, de 38 años, de Sacramento.

Arianne aseguró que acabó sintiéndose más feliz y más ella misma cuando empezó a usar menos las redes sociales.

Pero el miedo a perderse algo volvió a abrumar a Arianne. “Echaba de menos ver lo que hacían mis amigos y tener una comunicación fácil y rápida con ellos”.

Durante una década, antes de que la pandemia de covid-19 desencadenara lo que la Academia Americana de Pediatría y otros grupos médicos declararon “una emergencia nacional de salud mental para niños y adolescentes”, había ido aumentando el número de jóvenes que tenía problemas con su salud mental.

Según las encuestas de comportamiento realizadas por los Centros para el Control y  Prevención de Enfermedades (CDC) entre estudiantes de secundaria, cada vez más jóvenes manifestaban sentimientos de desesperanza y tristeza, así como pensamientos y comportamientos suicidas.

Se ha culpado al mayor uso de las redes sociales de “inmersión” —como el devenir de videos en YouTube, Instagram y TikTok— de contribuir a la crisis. Pero un comité de las academias nacionales descubrió que la relación entre las redes sociales y la salud mental de los jóvenes es compleja, con posibles beneficios y perjuicios.

Las pruebas del efecto de las redes sociales en el bienestar infantil siguen siendo limitadas, según informó el comité este año, al tiempo que pedía a los Institutos Nacionales de Salud y a otros grupos de investigación que dieran prioridad a la financiación para estos estudios.

En su informe, la comisión citó la legislación aprobada el año pasado en Utah, que impone límites de edad y tiempo al uso de las redes sociales por parte de los jóvenes, y advertía de que esta política podría ser contraproducente.

“La intención de los legisladores de proteger el tiempo para dormir y hacer las tareas escolares y evitar al menos cierto uso compulsivo podría tener consecuencias imprevistas, como aislar a los jóvenes de sus sistemas de apoyo cuando los necesitan”, según se lee en el informe.

Algunos estados han estudiado políticas que se hacen eco de las recomendaciones de las academias nacionales. Por ejemplo, Virginia y Maryland han aprobado leyes que prohíben a las empresas de redes sociales vender o divulgar datos personales de menores y exigen a las plataformas que tengan configuradas de antemano sus reglas de privacidad.

Otros estados, como Colorado, Georgia y West Virginia, han creado planes de estudios para los alumnos de las escuelas públicas sobre los efectos en la salud mental del uso de las redes sociales, algo que también recomiendan las academias nacionales.

La Ley de Seguridad Infantil en Internet, que se encuentra ahora en la Cámara de Representantes, exigiría el consentimiento paterno para los usuarios menores de 13 años e impondría a las empresas el “deber de diligencia” de proteger a los usuarios menores de 17 frente a daños como la ansiedad, la depresión y el comportamiento suicida. El segundo proyecto, la Ley de Protección de la Privacidad Infantil y Adolescente en Internet, prohibiría a las plataformas dirigir anuncios a menores y recopilar datos personales de los jóvenes.

Fiscales generales de California, Louisiana, Minnesota y decenas de otros estados han presentado demandas en cortes federales y estatales alegando que Meta, la empresa matriz de Instagram y Facebook, engañó al público sobre los peligros de las redes sociales para los jóvenes e ignoró los daños potenciales para su salud mental.

La mayoría de las empresas de redes sociales exigen que los usuarios tengan al menos 13 años, y los sitios suelen incluir funciones de seguridad, como bloquear a los adultos para que no envíen mensajes a los menores y predeterminar la configuración de privacidad de las cuentas de los menores.

A pesar de las políticas existentes, el Departamento de Justicia afirma que algunas empresas de redes sociales no siguen sus propias normas. El 2 de agosto, demandó a la empresa matriz de TikTok por presunta violación de las leyes de privacidad infantil, alegando que la empresa permitía, a sabiendas, el acceso a la plataforma a niños menores de 13 años y recopilaba datos sobre su uso.

Las encuestas muestran que las restricciones de edad y los requisitos de consentimiento paterno cuentan con el apoyo popular entre los adultos.

NetChoice, un grupo de la industria entre cuyos miembros se encuentran Meta y Alphabet, propietaria de Google y YouTube, ha presentado demandas contra al menos ocho estados, tratando de detener o anular las leyes que imponen límites de edad, requisitos de verificación y otras políticas destinadas a proteger a los niños.

Según Jenny Radesky, médica y codirectora del Centro de Excelencia sobre Redes Sociales y Salud Mental Juvenil de la Academia Americana de Pediatría, gran parte del efecto de las redes sociales puede depender del contenido que consumen los niños y de las funciones que les mantienen “enganchados” a una plataforma.

Las prohibiciones por edad, los requisitos de consentimiento paterno y otras propuestas pueden tener buenas intenciones, pero no abordan lo que ella considera “el verdadero mecanismo de daño”: los modelos de negocio que pretenden mantener a los jóvenes publicando, haciendo “scrolling” o deslizando verticalmente el dedo por la pantalla y comprando.

”Hemos creado un sistema que no está bien diseñado para promover la salud mental de los jóvenes”, afirmó Radesky. “Está diseñado para que estas plataformas ganen mucho dinero”.

Chaseedaw Giles, editora de estrategia digital y participación de la audiencia de KFF Health News, colaboró con este informe.

Esta historia fue producida por Daniel Chang de KFF Health News, una redacción nacional enfocada en el tratamiento en profundidad de temas de salud, que es uno de los principales programas de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.

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