Migrantes: los excluidos de la Cumbre de las Américas
Mientras políticos y periodistas debatamos las implicaciones políticas por la inasistencia del presidente Andrés Manuel López Obrador a la Cumbre de las Américas de Los Ángeles -en protesta por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua–, en la frontera con México y Guatemala se formó una tormenta perfecta en plena temporada de huracanes.
Al menos 6,000 hombres, mujeres, niños y ancianos huyendo de la pobreza, la violencia o las dictaduras, desafiaron una lluvia torrencial y emprendieron una nueva caravana con ruta a la frontera de Estados Unidos. Entre sus integrantes se contaban salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, pero también venezolanos, de acuerdo con reportes de prensa.
Los numerosos viajeros por necesidad tampoco fueron invitados a la Cumbre de las Américas, ni podrán entrar a las asambleas plenarias de la cita hemisférica, pero sin duda estarán en los pensamientos y en las palabras del presidente Joe Biden, de la vicepresidenta Kamala Harris y de los líderes latinoamericanos participantes.
Biden tiene previsto suscribir durante la cumbre la Declaración de Migración de Los Ángeles, descrita como una iniciativa sin precedentes y ambiciosa por parte de Estados Unidos y sus socios regionales para trabajar de manera conjunta para resolver el reto migratorio de manera integral y comprensiva.
La vicepresidente Harris anunció por su parte compromisos por 1,900 millones de dólares del sector privado estadounidense, destinados a crear empleos, promover el crecimiento económico y crear oportunidades que convenzan a los jóvenes centroamericanos para permanecer en sus países en lugar de arriesgar la vida en un peligroso viaje a Estados Unidos.
Entre los proyectos incluidos dentro de ese compromiso destacan inversiones de 700 millones de dólares de Millicom para el establecimiento de redes de telefonía celular en el triángulo del Norte, 270 millones de Visapara impulsar la economía digital y 150 millones de GAP para crear 5000 empleos en la industria textil.
Sin embargo, la joya de la corona, la promesa de 4,000 millones de dólares en cuatro años prometidos por el presidente Biden para Centroamérica sigue estancada en el Congreso, en el mismo limbo legislativo donde se encuentran la propuesta de infraestructura social, las iniciativas de regulación para las armas de fuego y muchos proyectos más.
La administración del presidente Biden tuvo una razón estratégica para evitar criticar al presidente López Obrador por su inasistencia personal a la cumbre. El gobierno estadounidense necesita en este momento más a México, que a la inversa. Y los desencuentros ideológicos históricos de los dos países no han impedido la profundización de la cooperación bilateral y la integración regional.
Pero la situación actual reclama no un regreso al pasado sino una visión de futuro para resolver los retos de falta de oportunidades, desigualdad, inequidad, violencia, impunidad e inseguridad que empujan a miles de migrantes en peligrosas caravanas de la esperanza. Los avances en esos desafíos serán el rasero del éxito o fracaso de la novena Cumbre de las Américas, no la lista de invitados.