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Todos Somos Puerto Rico

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El cierre de campaña de Donald Trump en el Madison Square Garden, es un lamentable recordatorio que el racismo y los prejuicios rondan en muchos lugares de Estados Unidos. 

Las expresiones racistas contra Puerto Rico y los comentarios xenofóbicos dirigidos a migrantes fueron evidentes y peligrosos. 

Estos discursos de odio no sólo son moralmente inaceptables, sino que refuerzan estereotipos dañinos que impactan a comunidades enteras.

El desprecio hacia Puerto Rico, un territorio no incorporado cuyos habitantes son ciudadanos de Estados Unidos, demuestra una falta de respeto e ignorancia que es alarmante en un evento de esta magnitud. Tristemente no es la primera vez, como lo hemos visto en la respuesta a la isla cuando ha sido afectada por desastres naturales.

Pero es doblemente doloroso que, bajo la excusa del humorismo, se cuestionen la identidad, la dignidad y los derechos de los puertorriqueños, quienes han aportado innegablemente al desarrollo cultural, social y económico del país. 

Muchos han servido en las Fuerzas Armadas, luchando y defendiendo la libertad de un país que a veces los considera extranjeros.

Como le respondió claramente al comediante Tony Hinchcliff la  legisladora republicana de Florida, María Elvira Salazar:  “Esta retórica no refleja los valores republicanos. Puerto Rico mandó más de 48,000 soldados a Vietnam… Ese valor merece respeto. Edúcate”.

Fue por eso totalmente apropiada la reacción de estrellas boricuas como Bad Bunny, Jennifer López, Marc Anthony, Luis Ponzi y muchos más que en conjunto tienen más de 300 millones de seguidores en las redes sociales.

Ciertamente la campaña de Trump buscó distanciarse del pésimo chiste del comediante, pero hay que tomar en cuenta que no lo hizo de inmediato durante el evento, lo hizo hasta que la indignación se había viralizado.

El evento en el Madison Square Garden destacó cuán fácil es para algunos sectores desvalorar a nuestras comunidades y reducir la compleja realidad de la migración a una simple excusa para infundir miedo. 

Este tipo de discursos de odio no deben normalizarse. Los líderes y figuras públicas tienen la responsabilidad de promover una sociedad respetuosa. Es momento de que la sociedad estadounidense reflexione y rechace la intolerancia, reconociendo la valiosa diversidad que fortalece al país. 

La indiferencia no es una opción; es necesario levantar la voz contra el racismo y la xenofobia, o de lo contrario, estos discursos continuarán dividiendo y debilitando el tejido social que tanto esfuerzo ha costado construir.

La buena noticia es que nuestro voto es nuestro poder. 

Y este 5 de noviembre todos los votantes tienen en sus manos la capacidad de elegir entre una propuesta basada en las ideas intolerantes de la supremacía de unos sobre otros, o en una propuesta de un futuro inclusivo y tolerante de las diferencias, donde todos recibamos un trato digno y humanitario, al margen del color de nuestra piel o lugar de origen.

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