Millones de personas enfrentan riesgos de salud por vivir cerca de pozos petroleros
Hasta el 2016 Rubén Rodríguez fue un trabajador de la industria petrolera en una remota zona rural del norte de California. Desde su posición como ayudante de soldador se dio cuenta de los graves daños al medio ambiente que provoca la extracción de petróleo y la falta de supervisión.
“Había fugas, de petróleo y la forma en que se limpiaba no era la manera correcta en que se tenía que limpiar”, dice este trabajador que entendió la gravedad de la contaminación hasta que él mismo sufrió las consecuencias.
“Después de años de haber estado expuesto a toda clase de químicos, perdí casi el 80 por ciento de mi olfato”, dice Rodríguez, quien asegura que los doctores le dijeron que por suerte sobrevivió. “Me dijo que estuve expuesto a altos niveles de un gas que se llama H2S y que eso me puso en peligro”.
Pero no sólo los trabajadores sufren las consecuencias…
Más al sur de ese estado, en la comunidad de Lincoln Heights, en el condado de Los Ángeles, siempre que Sandra López salía de su casa en para trabajar limpiando casas, lo primero que veía eran las estructuras de hierro oxidado de un viejo pozo petrolero que se encuentra a unos cuantos pasos de su domicilio en el que ha vivido por más de dos décadas.
Al igual que muchas personas que viven cerca de pozos petroleros, López de 55 años, enfrenta las consecuencias de la contaminación. Hace seis años mientras trabajaba, sintió que le faltaba el aire. Un médico le confirmó que padecía de asma como consecuencia de los altos niveles de contaminación a los que se ha visto expuesta en su domicilio.
El efecto no sólo ha sido en su salud, sino también en su economía, porque después de que fue diagnosticada con asma, no ha podido seguir trabajando. “Yo limpiaba casas y a raíz de todo esto que me ha ocasionado el asma yo ya no puedo trabajar, ya no puedo hacer muchas cosas”.
La experiencia de Guadalupe Rivas no es distinta. Ella vive desde hace 30 años a unos cuantos pasos de un pozo de petróleo en el sur centro de Los Ángeles. “Mi última niña nació con asma y sinusitis y hasta la fecha, siempre le atacan esos ataques de asma…
Los tres se han unido a La Mesa, una coalición de organizaciones ambientalistas que llamaron a una conferencia de prensa para lanzar la campaña de información titulada “Que no te engañen”, y cuyo objetivo es desmentir a la industria petrolera que frecuentemente asegura que sus instalaciones son seguras y no causan problemas de salud.
En contra de los pozos petroleros
Diversas investigaciones calculan que alrededor de 17 millones de personas en Estados Unidos viven a menos de una milla de un pozo de petróleo o gas activo, incluidos 2,1 millones en California.
La campaña Que no te engañen trata de impedir que las compañías petroleras echen por tierra la ley SB 1137, aprobada en 2022 en California y que fue puesta a referéndum por las compañías petroleras para impedir que entrara en vigor el pasado 1 de enero…
De haberse implementado habría impedido la perforación y colocación de nuevas instalaciones petroleras a una distancia menor de 3,200 pies de viviendas, escuelas, centros comunitarios, hospitales, prisiones y cualquier edificio que albergue un negocio abierto al público…
El tema es de gran importancia para la comunidad, ya que, de acuerdo con la coalición La Mesa, 8 de cada 10 niños latinos menores de 10 años, viven en las zonas más contaminadas del estado de California, con lo que se incrementa el riesgo de desarrollar asma y diabetes tipo 2.
En enero, Amnistía Internacional publicó el informe ¿El costo de hacer negocios? La contaminación tóxica de la industria petroquímica en Estados Unidos, que muestra cómo las personas que viven en las inmediaciones del Canal de Navegación de Houston, en el sudeste de Texas, respiran sustancias tóxicas, vinculadas a una amplia variedad de enfermedades, emitidas por instalaciones que sistemáticamente vulneran la normativa y emiten contaminantes al medioambiente. El informe analiza cuatro plantas propiedad de empresas multinacionales.
Por su lado, Human Rights Watch dio a conocer el informe “We’re Dying Here”: The Fight For Life in a Louisiana Fossil Fuel Sacrifice Zone, que documenta la crisis de salud humana en el “Corredor del Cáncer” de Luisiana, provocada por la negligencia del gobierno y la contaminación medioambiental, que expone a la población a elevados riesgos de daños para la salud reproductiva, materna y del recién nacido, así como de cáncer y afecciones respiratorias.
En sus informes, las dos organizaciones de derechos humanos piden el fin de la expansión de la industria petroquímica en las llamadas “zonas de sacrificio” y que se elimine de forma rápida y equitativa el uso de combustibles fósiles.
“Las vidas de las personas y el medioambiente están siendo devastados por las grandes empresas. Las comunidades afectadas están constituidas principalmente por personas latinas/hispanas y negras, de bajos ingresos, que a menudo carecen de acceso a la atención médica que necesitan y que se enfrentan a obstáculos casi insuperables para obtener justicia. Se trata de racismo ambiental”, ha manifestado Alysha Khambay, investigadora de Amnistía Internacional sobre Empresas y Derechos Humanos.
El informe de Amnistía Internacional examina en detalle cuatro instalaciones propiedad de empresas multinacionales —el complejo de Baytown de ExxonMobil, el complejo de Channelview de LyondellBasell, las instalaciones de Deer Park de Shell Chemicals y el centro de Deer Park de Intercontinental Terminals Company (ITC).
Las sustancias químicas derivadas de los combustibles fósiles que se producen en más de 600 plantas situadas a lo largo los casi 84 kilómetros del Canal de Navegación de Houston se usan para fabricar plásticos, fertilizantes, pesticidas y otros productos, que se venden a clientes de Estados Unidos y de todo el mundo.
Aquí se puede consultar el informe completo (en inglés) de Amnistía Internacional.