El “increíble” desenlace de las elecciones en Venezuela
Si despojáramos de nombre y apellido al protagonista de la siguiente puesta en escena, usted concluiría que se trata de una tragicomedia, digna de un teatro de tercera, en una república bananera.
En el primer acto de esta puesta en escena, el autócrata local, un exchofer de autobús, convertido en “hombre fuerte”, inhabilita a la principal lideresa de la oposición de participar en las elecciones presidenciales.
En el segundo acto, el tirano local es proclamado por un coro de incondicionales como el ganador de los comicios, sin cumplir con su obligación de presentar las actas electorales correspondientes.
En el tercer acto, el déspota local hostiga a los manifestantes y suspende relaciones diplomáticas con siete países vecinos que osaron cuestionar el desenlace de esta opereta de quinta.
Como colofón, la oposición asegura tener las actas que demuestran un triunfo categórico y matemáticamente irreversible.
Tristemente, el protagonista de esta mala zarzuela sí tiene nombre y apellido: Nicolás Maduro. La lideresa inhabilitada es María Corina Machado.
Y los siete países son Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay, algunos de los cuales cuestionaron el resultado y solicitaron una reunión urgente del Consejo permanente de la OEA en Washington. Panamá ya había suspendido relaciones.
El joven presidente de Chile, Gabriel Boric dio quizás la mejor lección de democracia a otros líderes veteranos de la región que se han mantenido callados.
“No hemos hecho más que sostener lo que queremos correcto: que los resultados de la elección sean transparentes y verificables por veedores no comprometidos con el actual gobierno mediante la publicación íntegra de las actas… esperamos que la voluntad del pueblo venezolano sea respetada”. Venezuela respondió expulsando a la misión chilena.
Estados Unidos, la Unión Europea y la OEA, entre otros, se han sumado a ese llamado de transparencia. Sólo China, Rusia, Irán y Bolivia felicitaron a Maduro por su “victoria” electoral.
Al momento de escribir estas líneas la situación en Venezuela es de alta volatilidad. Miles de manifestantes siguen en las calles y las protestas son generalizadas. Han sido derrumbadas las estatuas de Hugo Chávez y aunque no se ha convocado a un paro nacional, Venezuela vive un momento de parálisis.
Maduro, el protagonista de la opereta, comparó la situación en Venezuela con la película El Exorcista. “Yo la vi una sola vez en mi vida, terrible, no me gustó”, dijo Maduro en el Palacio de Miraflores, rodeado de dos de sus colaboradores con rostro pálido.
Posiblemente a Maduro no le gustó la cinta, porque se sintió aludido cuando el demonio es obligado a renunciar al cuerpo del personaje de Linda Blair. Y es que la mejor manera de exorcizar al demonio de la autocracia es la democracia. Y eso debe tenerlo verdaderamente aterrorizado.