Inteligencia emocional: vence el enojo, la rabia, la ira y el coraje
¿Recuerdas la última vez que estabas realmente enojado? ¿Reconoces ese sentimiento de que toda la sangre se te sube a la cabeza, y no puedes pensar con claridad? La realidad es la muy pocas veces la ira nos ayuda a conseguir lo que queremos, y en la mayoría de casos, nos causa más dolor y frustración.
Una vez ya calmados, nos preguntamos cómo llegamos a ese estado descontrolado de rabia. En mi caso, casi siempre concluyo diciendo “no era para tanto”. Me doy cuenta del estrés que acabo de causarme, y de lo cansado que quedó mi ser y mi cuerpo ante desmedida ebullición de emociones.
Mucha gente dice que esos sentimientos no los pueden controlar, y hay muchas otras personas que ni siquiera los pueden ver y notar.
Si eres de aquellos que reconocen tener mucho coraje, que te enojas con facilidad y que en más de una ocasión piensas que “no era para tanto” toma nota, este artículo es para ti:
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Anticipa
Lo primero notar que nos estamos enojando; que el nivel de ira está subiendo, y que tu corazón se acelera también. Presta atención a lo que está sucediendo, y desconecta de la situación. Di en tu mente: estoy perdiendo el control, ¿qué puedo hacer para cambiar esta situación?
Si estás discutiendo con una persona, o disciplinando a tus hijos y sientes el calor subir a tu cabeza, toma un respiro profundo y cambia tu mirada hacia arriba.
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La forma más rápida de cambiar los sentimientos negativos es cambiando nuestra posición física de inmediato.
La forma más fácil de cambiar físicamente es moviendo nuestra posición de los ojos. Cuando estamos en un estado negativo, es probable que miremos hacia abajo. Entonces levanta esa mirada y si puedes, da unos pasos.
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Sé consciente de tus pensamientos, y aprende a separarlos de lo que dices.
A veces un simple comentario de tu amado/a te hace estallar y decir cosas que en verdad no sientes o no querías decir. Si sientes que esto te está sucediendo, no te sientas culpable por sentir ese enojo, más bien, trata de entenderlo. Está bien pedir disculpas luego si sientes que se salió de control la situación y heriste a esa persona, pero intenta ver por qué estás sintiéndote de esa manera. Quizás necesites dormir un poco más, o tener un día que sea sólo para ti. A veces también puede pasar que ciertas cosas molestan, y en vez de hablarlas las guardamos. Fíjate si puedes identificar algunas de estas situaciones, y trabaja en tí.
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Háblalo con alguien.
Si este aspecto es algo que realmente te molesta y no puedes entender el por qué, busca ayuda en una terapia, amigo o familiar. Diles cómo te sientes, y que no sabes qué más hacer para cambiar.
Recuerda que el primer paso para el cambio es la aceptación. Simplemente entendiendo y reconociendo que uno tiende a tener enojo, hará que puedas ver las cosas que puedes hacer para lidiar con situaciones de otra manera.
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