Doctora Isabel: Cómo afecta nuestras vidas la relación con la madre
Pregunta de un radioescucha: Hola Doctora Isabel: Gracias por sus consejos que nos da cada día para seguir adelante con la vida, usted es un ángel. Mi hija se juntó cuando tenía 17 años, no quiso estudiar porque no estábamos con ella porque mi esposa vino aquí conmigo a Estados Unidos. Ellos tuvieron 2 hijos el primero es niño y se murió y la segunda que es una niña, mi nieta, ahora tiene 13 años y ella ya se quiere casar o juntar, porque mi hija se separó de su esposo cuando tenía 4 años mi nieta.
El papá no ha sido responsable de mi nieta. Ellos se dejaron. No se llevaban bien, puras peleas, parecían perros y gatos. Y yo le dije, allí está mi casa.
Quiero un consejo para mi nieta, ella no conoce todavía lo que es la vida. Está estudiando, y apenas comenzó el colegio, su mamá le compró un celular.
Descubrimos que ella se está mandando mensajes con un niño que parece que es mayor que ella. No parece que sean compañeros de la escuela.
Gracias Doctora Isabel. Muchas bendiciones.
Respuesta
Las madres son el centro de nuestra vida cuando somos pequeños, ya que son las que nos enseñan las cosas básicas que se deben hacer, como caminar, jugar, etc. Sin embargo, cuando vamos creciendo, se comienzan a marcar mayores diferencias entre ambos y comienzan las discusiones.
Los primeros conflictos entre madres, o padres, e hijos, ocurren porque la naturaleza humana camina a la autonomía y muchas veces ésta no es entendida en su verdadera dimensión. En ambos casos, los hijos deben discernir y comprender que los límites son esenciales para la vida, en ese sentido las madres son las que más están al cuidado de ponerlos en práctica para el bienestar y el cuidado de la vida misma.
Son muchas razones por los que pueden ocurrir estos conflictos, pero el principal, según el especialista, es por el inicio de la adolescencia. Esto debido a que, por un lado, se encuentra el amor de una madre y por el otro, la influencia de sus grupos.
La relación con la madre puede tener un impacto profundo en nuestras vidas en múltiples niveles, desde la infancia hasta la edad adulta. Aquí hay algunas formas en que esta relación puede influir:
- Vínculo emocional: La relación temprana con la madre establece las bases para nuestro desarrollo emocional. Un vínculo seguro y afectuoso puede promover la autoestima, la confianza en uno mismo y la capacidad de establecer relaciones saludables en el futuro.
- Modelo de relación: La forma en que interactuamos con nuestra madre puede influir en cómo percibimos y nos relacionamos con los demás. Si la relación es amorosa y respetuosa, es probable que busquemos relaciones similares en nuestra vida adulta. Por otro lado, si la relación es conflictiva o distante, puede afectar nuestra capacidad para establecer relaciones íntimas y satisfactorias.
- Desarrollo cognitivo y social: La interacción con la madre durante la infancia es crucial para el desarrollo cognitivo y social. Las experiencias compartidas, como leer juntos, jugar y conversar, ayudan a desarrollar habilidades lingüísticas, cognitivas y sociales que son fundamentales para el éxito académico y la adaptación social.
- Apoyo emocional y seguridad: La presencia de una madre comprensiva y solidaria puede proporcionar un importante sistema de apoyo emocional durante momentos difíciles. Saber que tenemos a alguien en quien confiar y acudir en busca de consuelo puede ayudarnos a enfrentar desafíos y superar adversidades.
- Influencia en la autoimagen y la identidad: La forma en que nuestra madre nos percibe y nos trata puede influir en nuestra autoimagen y en cómo nos vemos a nosotros mismos. Sus palabras y acciones pueden moldear nuestra identidad y autoconcepto, afectando nuestra autoestima y sentido de valía personal.
- Patrones de crianza y estilos de apego: La relación con la madre también puede influir en nuestros propios patrones de crianza y estilos de apego cuando nos convertimos en padres. A menudo, tendemos a replicar los patrones de crianza que experimentamos en la infancia, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Madres e hijas: un vínculo único
Entre madre e hija existe una conexión especial que se basa en la ambivalencia (es decir, en necesidades contradictorias) hay intensidad, unión, dificultad, distancia…
El vínculo madre-hija comienza a establecerse ya en la gestación a través del timbre de la voz, los latidos del corazón y la atención de la madre al embarazo. Después del nacimiento, en el periodo inmediatamente posterior y durante algún tiempo, se convierte en una relación simbiótica de dependencia madre-hija.
Entre los dos y los tres años la relación madre-hija gira en torno a un fuerte sentimiento de dependencia de la niña hacia su madre. La simbiosis madre-hija se transforma hacia los cinco años, periodo en el que la relación vuelve a cambiar: la niña empieza a ver a su madre como punto de referencia para construir su propia identidad femenina.
La relación madre-hija fue investigada por Freud, quien cuestionaba el vínculo entre madre e hija en relación con la construcción de la sexualidad de esta última. Para que la hija pueda definirse a sí misma debe separarse de algún modo de su madre y trasladar su «objeto de amor» de la madre al padre.
Conflicto madre-hija en la infancia
Durante la infancia, la relación madre-hija puede verse afectada por varios factores que generan conflictos. La depresión posparto de la madre, por ejemplo, puede desencadenar el síndrome de Medea, una situación extrema donde la madre experimenta sentimientos de hostilidad hacia su hijo. Este tipo de conflicto puede tener consecuencias devastadoras para la relación madre-hija y para el bienestar emocional de ambas.
Otro escenario común es la aparición de celos por la llegada de un hermano o hermana menor. La sobreprotección o la falta de cuidados pueden provocar tensiones en la relación madre-hija, dando lugar a una dinámica tóxica que puede perdurar en el tiempo.
La desafiante relación en la adolescencia
La adolescencia marca un punto crítico en la relación madre-hija, ya que la hija comienza a buscar su independencia y a cuestionar la autoridad materna. Las normas de convivencia en el hogar pueden convertirse en puntos de conflicto, desencadenando desencuentros y confrontaciones frecuentes.
Durante esta etapa, la hija puede idealizar a su madre como un modelo lejano e inalcanzable, mientras lucha por separarse y establecer su propia identidad. Estos cambios pueden ser dolorosos pero necesarios para el desarrollo individual de la hija y para la evolución de la relación madre-hija.
Conflictos en la edad adulta: La continuación de la lucha
Aunque se espera que los conflictos entre madre e hija disminuyan con la edad, en ocasiones persisten en la edad adulta, manifestándose de diferentes formas. La agresividad, los celos, la dependencia emocional y la violencia psicológica son algunos de los problemas que pueden surgir y complicar la relación.
La llegada de la maternidad por parte de la hija puede reavivar conflictos no resueltos, desencadenando reclamaciones de compensación y perpetuando patrones disfuncionales en la relación madre-hija.
La búsqueda de comprender y sanar
La comprensión del vínculo madre-hija y la resolución de conflictos son pasos cruciales para construir una relación más saludable y satisfactoria. Reconocer las tensiones subyacentes, establecer límites saludables y trabajar en la comunicación son aspectos clave para promover la sanación y el crecimiento mutuo.
Afrontar la realidad de la relación madre-hija puede ser difícil, pero es un paso necesario para liberarse de patrones destructivos y construir una conexión más auténtica y enriquecedora. Al comprender las complejidades de esta relación y trabajar en su mejora, madre e hija pueden embarcarse juntas en un viaje hacia la reconciliación y el entendimiento mutuo.
Recomendaciones para mantener una relación sana con mamá
- Tener empatía: Comprender la postura de la madre y lo que implica asumir la responsabilidad de cuidar a una vida. Nadie nace sabiendo ser madre.
- La vida efímera: Nada es eterno en la vida, y los momentos de vida son espacios para disfrutar de la compañía de quien hizo lo que pudo como madre.
- La libertad de amar: Nuestras madres nos aman tanto que no cuestionan o acondicionan su amor, tratar de aceptar su amor y cariño puede ayudar.
- Crear recuerdos: Entender que la vida está construida de recuerdos y que cada día estamos llamados a generar historias bellas de cercanía y buenos momentos. Siempre manteniendo la buena comunicación y el respeto mutuo.
- Aceptar que la gente se equivoca: Los seres humanos podemos errar por desconocimiento y es nuestro deber enmendar errores, un perdón y un abrazo sincero puede hacer cicatrizar las heridas.
- A veces solemos poner a las madres como superheroínas: Sin embargo, son madres que hacen lo que pueden para darle lo mejor a sus hijos. El amor incondicional no es una magia que todo lo resuelve, es prepararnos para la vida y asumir responsabilidades sociales con aquellos valores que hemos aprendido del ser que nos dio la vida. Por eso es fundamental desarrollar la capacidad de mirar a través de los ojos de una madre para saber lo que piensan y sienten, eso ayudaría a humanizarnos frente a la persona que trató de darlo todo”.
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