De apagar llamas a plantar árboles, la vida de Miguel Arteaga
Miguel Arteaga, mexicano de Jalisco que migró a Estados Unidos, tiene un trabajo que pocos conocen. Como supervisor de construcción de restauración ecológica de la compañía Biohabitat, él se dedica a salvar ecosistemas. Se pasa gran parte de sus días y horas plantando árboles, reparando presas o eliminando especies invasoras cuando significan una amenaza. Se mueve entre el agua, las plantas, la madera, los arroyos y las montañas del noreste pacifico del país para reparar los habitas que pueden estar en peligro.
“Actualmente la gente está poblando tanto la tierra que la vida salvaje está en decadencia. Este trabajo me ha gustado por eso, porque tratamos de proteger la vida salvaje para un mejor futuro y para futuras generaciones”, comenta Arteaga.
Antes, recuerda, se dedicaba a apagar incendios. Era bombero. Pero dio un giro a su vida de 180° grados y ahora, en vez de sofocar las llamas de los árboles, los siembra. Esto hace que tenga una multitud de datos que pocos conocen en su mente. Sabe, por ejemplo, que cuando se sube a las montañas estadunidenses, hace falta sólo plantar tres o cuatro especies de árboles. En cambio, si se está restaurando un hábitat cerca de un arroyo o un río, son infinitas las plantas que se pueden sembrar para que florezcan.
También le gusta de su trabajo que los miles de árboles que ha plantado queden allí como testimonio de lo que hace ahora. Que sus hijos, hoy de diez y ocho años, en el futuro vean los poderosos robles que Arteaga plantó cuando eran solo unas ramitas. Para estos árboles también tiene un dato: son de los que más lento crecen. “Sólo suben unos diez o 15 pies cada diez años”, comenta. Hace poco le pidieron que, junto a sus compañeros, hiciera una plantación de 200 robles y aún espera impaciente cómo se verá el lugar cuando sus hijos sean grandes.
Biohabitat, la compañía para la que trabaja, es una de las pioneras en recuperar ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos en Estados Unidos. Lo hace a través de una mezcla entre ciencia y aportes de la comunidad, donde la pasión importa, comenta Arteaga. Pero no sólo ayudan a ecosistemas terrestres o bosques, en su portafolio hablan de ríos, arroyos, humedales e, incluso, aquellos que se juntan con las mareas de las costas.
Tras doce años de trabajar en este tema, Arteaga cree que todo ha válido la pena. Sobre todo, cuando cada año llega el día de llevar su hijo al trabajo. “Mientras yo estaba subido a un árbol porque tocaba cortarlo para que no contaminará más un arroyo, vi cómo mi hijo estaba feliz abajo, grabándome con el celular”, recuerda.
Aunque no se considera un experto en plantas y animales, ha aprendido con el tiempo. Ya reconoce fácilmente cuáles son las especies nativas, cuáles las invasoras que deben ser retiradas y, cuando le da la memoria, incluso nombra algunas plantas con sus nombres científicos. Es un trabajo, que como él lo dice, deja un testimonio casi indeleble en cada árbol que plantan.
Si quiere conocer más sobre el trabajo que hace Biohabitat, visite LatinoVerde.com.