Seis maneras de responder a los grandes sentimientos de tus hijos

Aprende cómo acompañar a tus hijos en sus emociones y ayudarlos a crecer más tranquilos, seguros y emocionalmente fuertes.

Por Jessica L. Borelli y Stacey N. Doan | 17 de marzo de 2022

Cuando los adultos ayudan a los niños a sentirse escuchados, todos se sienten menos angustiados y más tranquilos.

Como madres o padres, uno de nuestros mayores impulsos es proteger a nuestros hijos del dolor y del sufrimiento, en otras palabras, de las emociones negativas. Sin embargo, por más que lo intentemos, nuestros hijos van a sentirse decepcionados, van a tener miedo, dolor y, en algún momento, pérdidas importantes. Pero eso no necesariamente es algo malo.

Sentir emociones es parte esencial de estar vivos, y las emociones pueden darnos información sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno. No podemos proteger a nuestros hijos de sentir emociones difíciles, pero sí podemos enseñarles a convertir esos momentos en oportunidades para aprender y conectar con los demás.

El papel de los padres en la regulación emocional

Qué tan beneficiosas pueden ser las emociones difíciles para un niño depende mucho de su capacidad para autorregularse. En los niños pequeños, los padres juegan un papel fundamental. El área del cerebro que controla las emociones —la corteza prefrontal— todavía está inmadura. Imagínate lo que pasaría si un niño fuera el director general de una gran empresa: ¡sería un desastre!

Como mamá o papá, tú tienes el privilegio de ser ese “director” hasta que tu hijo esté listo para hacerlo por sí mismo, lo cual ocurre poco a poco, a lo largo de la adolescencia y la adultez temprana. A esto los psicólogos le llaman corregulación: cuando los padres ayudan a los hijos a regular sus emociones.

Aunque suene complicado, entender cómo funcionan las emociones es como aprender la melodía de una canción. Puede que no la recuerdes del todo, pero cuando la escuchas, enseguida la reconoces y comienzas a tararearla. Este artículo busca ayudarte a conocer esa melodía: cómo responder a los sentimientos de tus hijos para que crezcan emocionalmente fuertes.

La naturaleza del malestar infantil

Los sentimientos de los niños son reales y existen por una razón. Pero suelen ser grandes, ruidosos y, a veces, difíciles de entender para los adultos. Si estás en medio de la crianza, tal vez estas escenas te suenen familiares:

Mi hijo se altera por las cosas más pequeñas.
Los niños perciben el mundo de una forma distinta. Ven y oyen cosas que los adultos ya no notamos, su sentido del tiempo es más lento, y eso hace que se molesten por detalles que a los adultos nos parecen insignificantes, como la textura de su camiseta o la forma del pan en su sándwich.

Mi hijo se descompone cuando algo lo frustra.
A los niños les cuesta mucho trabajo recuperarse del enojo o la tristeza, porque sus herramientas emocionales todavía están en desarrollo. Cuando algo los estresa, pueden derrumbarse y no volver a funcionar bien hasta que todo vuelva a la normalidad.

Mi hijo se enoja en el peor momento.
Justo cuando vamos saliendo de casa, a la hora de dormir o durante un evento importante. Es frustrante, pero tiene sentido: los niños dependen emocionalmente del estado de ánimo de sus cuidadores. Si tú estás estresado, cansado o con prisa, ellos lo sienten, y eso puede detonar su peor berrinche justo cuando menos lo necesitas.

Cómo responder de manera útil

¿Cómo responder a la angustia de los niños cuando no sigue las mismas reglas que la nuestra? ¿Cómo enseñarles a regular sus emociones cuando nosotros también las estamos manejando? Aquí van algunas estrategias sencillas:

1. Reconoce y valida sus emociones

El primer paso es reconocer lo que tu hijo siente, incluso si no sabe expresarlo con palabras. Basta con decir algo como:

“Veo que esto te molestó” o “Parece que estás preocupado por algo.”

Si no sabes exactamente qué siente, puedes preguntar:

“¿Estás triste?” o “¿Te dio miedo?”

Solo con eso, muchas veces el malestar baja.

Después, valida lo que siente:

“Tiene todo el sentido que te sientas triste por lo que te dijo.”

No se trata de justificar o analizar, sino de reconocer su experiencia emocional.

2. Muestra empatía

La empatía significa transmitirle a tu hijo:

“Entiendo cómo te sientes y lamento que estés pasando por esto.”

A veces cuesta ser empáticos cuando no nos gusta cómo expresan sus emociones (por ejemplo, si pegan o gritan). En esos casos, separa la emoción de la reacción.
Todas las emociones merecen comprensión; las conductas pueden corregirse aparte.

Puedes decir algo como:

“Veo que tienes miedo, y entiendo, es horrible sentir eso. Cuando te asustes, en lugar de salir corriendo, puedes decirle al maestro cómo te sientes para que te ayude.”

3. Anímalo a expresar sus sentimientos

Ayúdalo a poner en palabras lo que siente. Puedes preguntarle:

“¿Fue un enojo de los que te hacen gritar o de los que te dan ganas de esconderte y llorar?”

Si aún no se expresa con facilidad, puede dibujar cómo se siente, elegir un color o un animal que lo represente, o incluso actuarlo.

4. Habla más a fondo después

Cuando el momento pase, pueden conversar más sobre lo ocurrido:

“¿Qué fue lo que más te dolió?”
“¿Qué te dieron ganas de hacer?”

Eso ayuda a que el niño entienda mejor sus emociones y vea que sentir enojo o tristeza no significa necesariamente actuar de cierta forma.

También puedes ayudarlo a encontrar algo positivo:

“¿Aprendiste algo sobre ti mismo después de eso?”

Esto refuerza su capacidad para adaptarse y recuperarse.

5. Practica el perdón contigo mismo

Todos los padres cometemos errores. Si aplicas una estrategia que no funciona, no pasa nada. Agradece a tu hijo por hacerte saber cómo se siente y discúlpate si lo malinterpretaste.
Decir algo como:

“Gracias por decirme tan claro lo que necesitabas, eso me ayuda a ayudarte mejor.”
fortalece su confianza y fomenta una comunicación abierta

6. No te lo tomes personal

Es fácil pensar que si tu hijo está triste o molesto es culpa tuya, pero la mayoría de las veces no lo es. Los niños viven un torbellino emocional constante, y eso no siempre tiene que ver contigo. No cargues con culpas innecesarias.


Aceptar las emociones de nuestros hijos, enseñarles a reconocerlas y acompañarlos mientras las expresan y regulan, les da la oportunidad de vivir vidas más plenas y significativas.
Y a nosotros, nos ayuda a mantenernos tranquilos y completos también.

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