¿Ha pensado tener un food truck? Wendy Centeno le dirá cómo empezó su negocio
Wendy Centeno es propietaria de tres food trucks o loncheras y dos restaurantes de comida salvadoreña en el área de Los Ángeles. Hace apenas 13 años, no tenía nada y todo eso parecía un sueño irrealizable.
Centeno, originaria de Sonsonate, El Salvador, casada y con un hijo, nos cuenta que lo más difícil fue dar el primer paso. “Decidirse a hacerlo, pensar que si era posible”, dice esta joven de 36 años, mientras a bordo del VCHOS ayuda a las cocineras a preparar las pupusas que empezaran a vender dentro de unos minutos en la ciudad de Whittier en el condado de Los Ángeles.
¿Que si fue difícil? repite Centeno con una sonrisa, mientras verifica que los plátanos maduros se encuentren en su punto.
“Dificilísimo”, dice con una sonrisa mientras seca el sudor de su frente. En el interior de la lonchera la temperatura es al menos 20 grados más elevada que en el exterior, donde también se siente un calor infernal.
“No obtuvimos ningún tipo de apoyo. Pusimos todos los ahorros que teníamos, hasta el último centavo. No teníamos una familia que nos respaldara, ni mamá ni papá que nos apoyara, así que tocó ponerlo todo”. Centeno no pierde el buen ánimo al recordar esos momentos difíciles. “Bueno, hasta nos quedamos sin casa durante los primeros cinco meses”, dice con una sonrisa.
El primer paso fue concebir perfectamente la idea. Buscar un nicho de mercado y en el caso de ellos, decidieron vender pupusas y comida tradicional salvadoreña.
“Al principio ese fue un gran reto porque la gente se acercaba pensando que iba a encontrar comida mexicana”, dice Centeno, quien asegura que su esposo y ella decidieron mantener su idea original de vender la comida de ese país centroamericano.
Se llevó tiempo, pero la estrategia dio resultado. “La gente nos empezó a buscar porque en ese tiempo éramos los primeros en vender exclusivamente pupusas”.
Centeno dice que el éxito de sus negocios consiste en que desarrolló una visión y una misión que tenía como objetivo poner en alto la comida salvadoreña.
Esa parte no le fue difícil. Durante su investigación de mercado, comió en diferentes lugares que ofrecían ese platillo salvadoreño y se dio cuenta de que dejaban mucho qué desear, incluso en Los Ángeles, que es considerado el corazón de la diáspora salvadoreña.
“Se me facilitó mucho que yo viví en El Salvador hasta los 22 años, por lo que todos los platillos que vendemos son recetas auténticamente familiares y de varias generaciones”.
Mucha gente creer que es fácil tener una lonchera, dice Centeno. La verdad es que tiene muchos detalles que se deben tomar en cuenta.
“Debes amar la comida para entrar a un negocio como este. Debes conocer a la perfección los platillos, los ingredientes, porque a diferencia de una cocina tradicional, en la lonchera las condiciones son distintas y todo está literalmente en movimiento”.
Y los detalles incluyen tomar en cuenta que se va a estar conduciendo un vehículo grande, pesado, y cargado con algunos ingredientes que son líquidos y que en cualquier momento todo puede caerse.
“Tienes que calcular lo alto del camión, porque algunas veces te quedas atorada entre las ramas de los árboles”, dice Centeno mientras recuerda una anécdota en la que mientras conducían se desprendió el parabrisas del vehículo.
“Así es eso, en nuestro caso rentamos una lonchera viejita, que era para lo que nos alcanzaba”.
Una larga jornada de trabajo
No es sólo preparar la comida, también se tiene que crear una ruta y estar a tiempo.
“Generalmente empezábamos a las 5 de la mañana, yo empezaba cocinando para que todo estuviera listo para el mediodía, luego teníamos un descanso y nos preparábamos para salir de nuevo a la 1 de la mañana para vender a la salida de los bares, y así todo el día y todos los días para poder sacar lo de la renta de la lonchera”.
“En ese tiempo dormíamos unas dos horas diarias”, dice con una sonrisa llena de satisfacción.
Así pasaron los primeros nueve meses, sin un momento de descanso. Pero el esfuerzo empezó a dar pequeños frutos. “Son muchos retos por los que pasas, pero creo que las ganas y el esfuerzo son con lo que puedes triunfar, si esto es algo que realmente te gusta”.
Desde que consiguieron su primera lonchera, a la fecha, las cosas son radicalmente distintas. El público reconoce sus loncheras y actualmente alrededor de 12 personas dependen económicamente de este negocio.
“Muchas de ellas son mamás solteras y puedo decir que eso me hace muy feliz, porque con el esfuerzo que hemos hecho todos, logramos poner comida en las mesas de nuestras familias”.
Mi mayor satisfacción, dice Centeno es “saber que estas mamás solteras pueden sacar a sus hijos adelante gracias a este trabajo que hemos creado con tanto sacrificio y dedicación”.
¿Qué le dirías a otras personas que quieren hacer un negocio como este?
“Querer es poder, es lo que les digo. Si tú quieres, no es fácil, no es que rentas el camión y se empieza a hacer dinero, no es así. Se tienen que hacer muchos sacrificios, entre ellos, no estar junto a la familia en los días de descanso, porque generalmente los fines de semana son los más ocupados en las loncheras”.
Una vez que se está consciente de los sacrificios y de que pasan los meses más duros, entonces viene la recompensa.
“Es una gran satisfacción, especialmente cuando ves crecer los frutos que has sembrado con tus lágrimas y sudor. Por eso siempre les digo a todos: Si quieres, puedes”.
Recursos
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